Se dice que todos los santos tienen octava. El tipo de régimen político con el que cuenta toda sociedad es resultado de una serie de factores que, acumulándose a lo largo del tiempo, se proyectan en un momento dado. Entre ellos pueden distinguirse experiencias históricas previas y la memoria construida de su evolución, coyunturas internacionales, fuerzas sociales pujando en una u otra dirección, fracasos o éxitos económicos, en fin, liderazgos transformadores frente a otros de carácter reactivo. Cada régimen político responde a un momento determinado, precisa de un sustento normativo más o menos cabal, se articula en una organización institucional concreta y produce efectos en la convivencia ciudadana y en la satisfacción de las necesidades de la gente.
A los efectos del calendario anual una fecha que sea dos días después de una efeméride tiene un significado similar al que posee cualquier otra jornada del año, pero ello no es óbice para olvidar la propia efeméride. Su proximidad es un aliciente para conjugar el peligro del olvido. No reivindico nada, ni siquiera planteo una conmemoración, solo reclamo dos minutos de silenciosa lectura, lapso más que suficiente para leer esta mini columna, y pensar.
Sopesar el sentido que queremos que tenga la política en nuestras vidas y su alcance ético. Reflexionar sobre la forma que deben tener las instituciones que nos damos para reglar nuestra vida pública y facilitar la convivencia. Recapacitar sobre los privilegios y la justificación de los mismos que, en su caso, deban tener quienes acarrean con la tarea del gobierno. Ponderar el compromiso diario que cada uno de nosotros estamos dispuestos a asumir en pro del bien común. En resumidas cuentas, hacer posible la integración de la responsabilidad individual, que con tanta frecuencia olvidamos, con la responsabilidad colectiva que tan a menudo exigimos.