OPINIóN
Actualizado 27/03/2014
Francisco Javier Blázquez

De todos los gobernantes que ha tenido esta ciudad, en sus distintas administraciones, que son muchas, ninguno ha querido tanto a su Semana Santa como Julián Lanzarote. Como alcalde se le pueden reprochar muchas cosas, porque dieciséis años en el cargo dan para todo, pero entre los cofrades, de derechas, de izquierdas y demás pelajes, hay unanimidad.

Alejado ya de las refriegas de la política local, en ese retiro que para las viejas glorias es el Senado, podía prescindir de acudir a los actos, públicos y privados, de los cofrades salmantinos. Pero resulta que no, que Julián Lanzarote se sigue dejando ver por los eventos semanasanteros sin que las obligaciones del cargo se lo impongan. Eso quiere decir que antes, cuando era alcalde, acudía con gusto y era franco al manifestar lo cómodo que se sentía en ellos. Esto indica también que cuando en su actuar tomó una serie de decisiones que favorecieron a la Semana Santa, y consecuentemente también a la ciudad, lo hizo por convicción. Después de todo, Lanzarote siempre ha llevado a gala su militancia cofrade. De todos es conocida su pertenencia a la Congregación de Jesús Nazareno, la de San Julián. Con el desparpajo que le caracteriza y un poco de sana fanfarronería, siempre ha hecho gala de sus colores, los futboleros, hoy de moda, y el morado de la congregación, la que tiene "el mejor Nazareno del mundo",  el de San Julián.

Todos los alcaldes de la época democrática, la verdad, han cuidado la Semana Santa, porque interesa a muchos miles de salmantinos, porque forma parte de la historia y cultura local, porque es buena para la ciudad y su promoción. Jesús Málaga, por ejemplo, abrió el camino de los convenios para poder potenciar las procesiones. Pero ninguno ha hecho tanto como Julián Lanzarote. A él se debe la designación de la Semana Santa como fiesta de Interés Turístico Internacional, la restauración de todas las imágenes procesionales, el incremento del patrimonio con los nuevos pasos y andas, su pregón de la Semana Santa, escrito indudablemente por él y con sincero sentimiento cofrade, las iniciativas de mejora, la decisión de publicar una obra monumental que abarque el fenómeno en su conjunto, los acuerdos con la Junta de Cofradías para potenciar los diversos aspectos culturales de la celebración.

Son unos cuantos ejemplos, a vuela pluma, que dejan bien a las claras lo que decíamos al principio. A Lanzarote se le puede decir de todo, pero nadie en su sano juicio negará que su cercanía a la Semana Santa, en los tiempos que fue alcalde, era sincera.

 

 

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