OPINIóN
Actualizado 23/03/2014
Raúl de Tapia
 

Creo que es la primera vez que me he pasado un par de horas contemplando un almendro. Me he quedado enganchado a la bondad de su floración y más con este azul de marzo. Esa limpidez de los pétalos, su corola repleta de anteras amarillas carmesí. Un microcosmos por descifrar en el que pocas veces reparamos.

Los diminutos y vanguardistas paisajes que encierra cada flor son el delicassen que reúne a un orfeón de zumbadores. Un coro con una veintena de insectos diferentes que tañen cada almendro. Cada uno de ellos es un deleite de diseño, de formas y recursos aeronáuticos al alcance de la mirada paciente. En la espera, las espejeantes alas enjoyarán cada instante, será la recompensa.

Y cuando todo vibraba al unísono hizo su aparición la gran dama: la "esfinge colibrí". Elegante murmullo que visita educadamente cada nectario. No sé si percibía la fragancia que envolvía la copa, pero fue el éxtasis prevernal del mediodía.

Tenía razón desde su Japón natal Usuda Aró,

Leve es la primavera:

sólo un viento que va

de árbol en árbol

 
 
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