OPINIóN
Actualizado 22/03/2014
María Ángeles Rodríguez

Hace algunos años el Ayuntamiento de la ciudad creyó encontrar la solución para evitar que los excrementos de animales domésticos se esparcieran por toda la ciudad, para ello se acotaron unas pequeñas zonas en algunos parques y plazuelas, y los cubrieron de arena para que los dueños de perros los llevaran a esos espacios, que llamaron pipicanes, evitando así  la suciedad en las calles.

Enseguida se notó que estos pipicanes no eran tan efectivos, la ciudadanía protestó porque se consideró que eran antihigiénicos, dañaban a la vista y al olfato,  no tenían gran demanda, y no eran muchos los usuarios que utilizaban  estos servicios.

Se realizó una campaña para que los dueños de mascotas recogieran con bolsa de plástico los restos orgánicos y depositarlos en las papeleras de color  verde que se esparcieron por algunos puntos muy concretos; reconozco que veo a muchos paseantes con la bolsa de plástico atada a la correa de su perrito y que seguramente cumplirá las ordenanzas.

Pero hay otra parte de dueños de mascotas que no les importa lo que hagan sus canes y convierten las aceras en verdaderas trampas para los peatones, hay que caminar sorteando los obstáculos para no pisarlos y no resbalar. Si sales de casa antes de que los operarios de la limpieza realicen su trabajo, las calles presentan un aspecto de ciudad sucia y descuidada.

Las zonas sucias suelen ser siempre las mismas, lo que hace pensar que los incívicos ciudadanos son siempre los mismos, por ello sería interesante preguntar a los operarios de la limpieza donde encuentran más restos, vigilar esas zonas y dar un buen escarmiento a esos dueños desaprensivos  que piensan que sus perritos puedan hacer de cualquier calle su pipicán particular.

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