OPINIóN
Actualizado 22/03/2014
Paco Blanco Prieto

El territorio con perfiles de piel de astado donde somos burlados los novillos españoles por papeleteros usurpadores, es una gran plaza de toros cuyas localidades de sol están ocupadas por una masa azul, enfrentada al público rosado que se encuentra incómodo en la sombra, mientras un complejo arco iris indefinido, formado por decepcionados abstencionistas, asienta sus frustradas posaderas sobre almohadillas en sol y sombra.

Durante la lidia del manso y humillado pueblo español, "hunos" jalean a Mariano Belmonte, "hotros" ovacionan a Alfredo Joselito y los terceros giran la cabeza de un lado para otro pidiendo las orejas de ambos y el indulto del morlaco, estando inmovilizados por las cuadrillas de ambos lidiadores que les impiden tirarse al ruedo como espontáneos, temiendo que apaleen a los maestros.

El veterinario que reconoció al morlaco antes de la lidia observó un déficit importante de jugos gástricos que le impide digerir más mentiras, abusos y estafas, por carecer de agua para su sed de justicia social, ácido pacienthídrico para digerir tanto engaño, cloruro de tolerancia que mitigue la irritación, bicarbonato contra la resignación y valentidina que transforme el bolo alimenticio corruptivo que invade el cuerpo social en nutritivo quimo de supervivencia democrática.

Los toreros y sus cuadrillas de banderilleros y picadores deben estar muy atentos a las embestidas del toro popular porque ya está muy resabiado de tantos capotazos y muletazos recibidos con trapos de franela electoral descolorida, aderezada con suicida oposición, y en cualquier momento puede dar un derrote inesperado, empitonando mortalmente a los lidiadores y acorralando en el burladero a las cuadrillas, harto ya de tantas burlas, como ha sucedido en todas las plazas populares.

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