OPINIóN
Actualizado 21/03/2014
Pablo Pascual Villoria

El itinerario que ofrece la escalera del Estudio de Salamanca adquiere su mayor densidad pedagógica en la segunda pilastra. En su primer lateral localizamos una triple testa y bajo ella, esculpidos, un cancerbero, una sirena de doble cola y un ángel alado, espada ardiente en una mano y flecha hacia tierra en la otra.

Si en la primera pilastra apareció una triple testa, se abunda en esta imagen tras la gran prueba de los equii erotici. El peregrino del conocimiento tiene ocasión de conocer y permanecer en el erotismo o bien proseguir hacia su maduración ascendiendo a la cota más alta del Estudio, revalidando su opción fundamental. Se alude de nuevo al libre albedrío, el drama de la dualidad, acierto en las elecciones o decisiones equivocadas.  De un lado el ejercicio de la virtud, del otro el frívolo error o ignorancia patética o incluso la maldad que esconde una mentira existencial. Nuestro joven estudiante ha de elegir y proseguir o devolver sus pasos ad inferos.

Se plantea aquí el problema erótico, la necesidad de acertar a integrar la pasión sexual, no sofocarla. Si los instintos primarios suscitados al inicio de la escalera por la  danza y autocontemplación fue superada con éxito, en el segundo tramo el estudiante se encuentra frente a la pasión amorosa, nueva y poderosa atracción, mayor cercanía con el otro sexo, pero cercanía que aún no constituye el amor. Nuestro universitario, fiel a su divisa de inconformismo exigente, no cejará en su empeño hasta alcanzar el amor pleno.

Los amores fatuos (Holkot, s. XIV) no satisfacen al hombre y además pueden destruirle. Eros o cupido, amor sensual, ha de ser domado. Un logro así constituye la última y necesaria prueba de señorío sobre la pasión erótica. Al doblar la segunda pilastra, descubrimos en su segunda cara un cazador cazado,ars erotica transformada en scientia sexuallis (Foucault). Con el eros cautivo la personalidad ya puede tomar asiento: sentido de la realidad y sentido ético se ocupan de equilibrarla. La muerte que menudea amenazadora en forma de calaveras en el lienzo principal de la Universidad (hoy sida, cáncer, aborto, neurosis de final trágico?) es superada por nuestro estudiante que acaricia el ideal renacentista de las alturas, Venus o Hércules. La adecuada perspectiva identitaria, femenina o masculina, permitirá sin más demora avistar el amor.

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