El último domingo de enero finalizó la temporada general de caza menor en Castilla y León. Entre las 37 especies que pertenecen a esta categoría, 34 son aves y, únicamente, 3 son cuadrúpedos, mamíferos para más seña: el zorro, el conejo y la liebre. Esta última, la liebre, Lepus granatensis, es de un tamaño mayor que el conejo, siendo de aspecto similar, aunque sus orejas y cola son de mayor tamaño. No excava madrigueras, utilizando su velocidad para escapar de sus depredadores, hombre incluido, y es vegetariana pura? hasta que surge el mito, que corre como la pólvora, que dice que las liebres se han vuelto carroñeras, y se las ve comiendo cadáveres.
Que la evolución es un hecho, salvo para los integristas religiosos, está aceptado por toda la sociedad. Todas las especies evolucionan, y siguen haciéndolo, pero a un ritmo tan lento que, salvo en muy contadas ocasiones, pueda apreciarse por el tiempo humano. Lógicamente, si una especie, como la liebre, se alimenta de hierbas, raíces, cortezas, granos de cereal y hortalizas, entre otros, es difícil creer que, en cuestión de años, cambie todo su sistema digestivo, adaptándolo a las nuevas condiciones. Si, en algún paseo por el campo, observamos una liebre cerca de un cadáver, acerquémonos para comprobar que lo que está haciendo realmente es comer los brotes de hierba que, favorecidos por la descomposición orgánica, surgen por debajo del cadáver.
Unos mitos que son extremadamente difíciles de erradicar de nuestro pensamiento. En estas tierras tan taurinas, no pretendas convencer a nadie de que los toros no se excitan con el color rojo del capote, sino con su movimiento. Los toros son incapaces de discernir colores, son dicrómicos, descomponen el espectro lumínico en dos componentes esenciales, y según la cantidad de cada uno, diferenciar texturas, pero se muestran muy sensibles ante los movimientos a su alrededor. Ese comportamiento instintivo varía en función de la raza, de ahí la selección genética del toro de lidia, y de las condiciones previas, reforzándose las condiciones para que el animal esté agresivo. Si nos vemos en apuros al cruzar una dehesa, no hace falta que nos quitemos la chaqueta roja, basta con que nos movamos lo más despacio posible, para que nuestra figura no le suponga una amenaza. Por cierto, el color rojo del capote es, sencillamente, para disimular la sangre.
Otro mito, aunque no pertenezca a nuestro entorno cercano, y que se pone como ejemplo de cobardía, es el comportamiento del avestruz y su teórica costumbre de esconder la cabeza en la arena cuando hay peligro. No, la mayor de las actuales aves no se comporta como un alto cargo político, sino que el comportamiento real, tumbarse a la vez que baja la cabeza y el cuello a ras de suelo, es debido al intento de camuflarse como un arbusto bajo. Y siempre y cuando esté acompañado de sus pollos pues, en caso contrario, estamos hablando de uno de los animales más rápidos y fuertes de la sabana africana.
Valmayor es el embalse de dónde procede la mayor cantidad de agua potable que abastece la ciudad de Madrid. Está situado en el piedemonte serrano, entre Valdemorillos, Galapagar y El Escorial. Hace unos años, circuló la leyenda de ciertos avistamientos de cocodrilos, alguno de varios metros de longitud, por sus orillas. No es algo que ocurra exclusivamente aquí; ya desde los años 30' son "famosos" los cocodrilos de Nueva York, o la ausencia de ellos, que llenan las alcantarillas de peligrosos comehombres.
Aunque, todo hay que decirlo, también nos encontramos con el lado inverso: la idealización de que los animales son "buenos" y no tienen ninguno de los considerados "defectos humanos". Así, hay patos que violan a otros patos; pájaros cornudos, algunos tan relacionados con el amor como las golondrinas; canibalismo sexual, como en ciertas arañas y la famosa mantis religiosa; harenes; infanticidios; torturadores o cualquier otro comportamiento que nosotros tengamos. A determinadas especies les gusta "colocarse", para lo que ingieren plantas que los pongan a tono: las cabras, en las zonas cafeteras, comen las bayas del cafeto silvestre, para obtener su correspondiente chute de cafeína; en África, la planta llamada iboga,Tabernanthe iboga, embriagante y alucinógena, es un poderoso atractivo para facoceros, elefantes y gorilas; por no hablar de nuestros simpáticos osos pardos, que no desperdician la ocasión de comer una buena ración de madroños maduros, volviéndose a la osera con pronunciadas eses.