OPINIóN
Actualizado 06/03/2014
Marta Ferreira

Me gustaría que lo que voy a describir fuera una mera apreciación subjetiva y no una terrible estimación de la realidad, pero en ocasiones, y por más que una quiera, lo que se ve es lo que es, por muy triste que sea. Hace ya algún tiempo que deduje que los seres humanos no somos, en ocasiones, lo que parecemos,  y que en conocer a una persona puedes tardar la vida entera y ni siquiera entonces  tener la certeza de quién es. Las personas estamos condicionadas por elementos externos ? es algo evidente,  lógico y más que humano-, que  nos importan y tratamos de adaptarnos a ellos porque pueden influir en nuestra vida, en la de nuestra familia e incluso en nuestro empleo? pero hay elementos internos que siempre se impondrán a cualquier agente externo porque son nuestra esencia y determinan lo  que somos.

Siempre he sido observadora y ya  de muy niña aprendí de mi madre que la observación de lo que nos rodea  es una escuela excelente de  vida y seguí su ejemplo, fijándome mucho en todo aquello y aquellos que me rodeaban (y seguiré haciéndolo).  ¡Y vaya que si se aprende y qué interesante resulta!  Al cabo del tiempo, haberse fijado en personas que te rodean y haberlas visto comportándose en distintas situaciones y con diferentes personas, cuando ha variado su posición en un empleo o creen en un momento dado haber alcanzado una posición mejor de la que tenían, y pasan de ser aparentes corderos a lobos despiadados. Llevo años y años practicando este interesante método de conocimiento del hombre  y por desgracia la conclusión es negativa y me resulta desalentadora.

Hay algo extraño en el ser humano que me cuesta mucho comprender: si a una persona se le ha tratado mal o no se le ha respetado, se han burlado sus derechos  o ha sido minusvalorada, ¿por qué cuando su posición cambia y tiene la posibilidad de hacer bien aquello que no hicieron con él, lo repite en lugar de cambiarlo? Lo que nos ha hecho daño hemos de procurar olvidarlo (por nuestro propio bien) pero nunca jamás deberíamos repetirlo. Cabrían dos opciones para analizar este comportamiento; la primera, que somos, los seres humanos, capaces de olvidar rápidamente lo sufrido y entonces, comportarnos tan mal como otros hicieron con nosotros  se produciría sólo si de la situación se deriva un beneficio, pero  no creo que esta opción sea real porque si algo le es difícil al hombre, por naturaleza, es olvidar. La segunda posibilidad sería la del rencor, es decir, si a mí me lo hicieron y lo soporté, ¿por qué no voy yo a hacérselo a otro?, que así aprenderá lo dura que es la vida, como me tocó aprenderlo a mí. Esta opción se ajusta más a la realidad del ser humano pero requiere que quien la ejecute tenga la capacidad de hacer daño.

Creo que eso es lo que piensan aquellos que repiten los mismos comportamientos negativos que  recibieron y que les hacen sentirse superiores, porque si pueden hacerlo es que su situación ha prosperado y su posición se lo permite. Y vuelvo a mi reflexión inicial para desprenderme de la tristeza que esta común conducta del ser humano me produce, concluyendo que  sólo aquellos cuya esencia es egoísta y poco moral son capaces de repetir el mal ejemplo recibido e incluso sufrido, porque hay personas maravillosas que hacen de este mundo un lugar vivible que jamás, porque su naturaleza buena y con capacidad de perdón se lo impide, actuarían de ese modo.

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >De corderos a lobos