El topillo común o mediterráneo, Microtus duodecimcostatus, es endémico de la Península Ibérica y sur de Francia, y está perfectamente adaptado a la vida subterránea. Prefiere los suelos con cierta humedad y en lugares abiertos, donde construye complejos sistemas de galerías para sus nidos y almacenes de aprovisionamiento. Evita los suelos excesivamente húmedos o encharcados, así como los pastoreados o muy pisoteados. Estas condiciones ecológicas son las que determinan su proliferación en los campos cerealistas y por lo que tan visible es su acción sobre los cultivos humanos.
Que 147 investigadores, científicos expertos de diferentes centros y universidades, hayan suscrito un manifiesto, dirigido a los diferentes representantes de las diferentes instituciones públicas (al Ministro de Agricultura, Arias Cañete; al presidente de la Junta de Castilla y León, Vicente Herrera; así como a la consejera de Agricultura de dicha Junta, Clemente), pidiendo la paralización de la distribución de cereal impregnado en el veneno bromadiolona para combatir los topillos, "al poner en peligro la fauna y otras especies no diana", habría de ser tenido muy en cuenta para paralizar la distribución del veneno usado en la erradicación de las plagas de topillos, recurrentes, aproximadamente, cada cinco años.
Un manifiesto donde los firmantes exponen la necesidad de potenciar la aplicación de técnicas preventivas, en vez de utilizar los rodenticidas, anti-roedores, químicos. La bromadiolona es un anticoagulante de segunda generación, autorizado por la UE "en algunas circunstancias", siendo extraordinariamente tóxico y persistente en los tejidos animales, por lo que existen numerosos casos documentados de intoxicación secundaria.
Otras formas de controlar los topillos, según los expertos, serían, por ejemplo, la inundación temporal de las madrigueras en alfalfas de regadío, la destrucción mecánica de las mismas, la siega de la cubierta vegetal para facilitar la acción de los depredadores naturales, o, directamente, facilitar su implantación mediante la colocación de posaderos o cajas-nido.
Varias especies tienen a los topillos dentro de su dieta: la garduña, la gineta, la comadreja y el tejón, que utiliza sus potentes uñas para levantar las topilleras y acceder a su interior, hasta las crías. El zorro, por su parte, espera pacientemente al acecho a la entrada y salida del nido. Ciertas culebras también entran en las topilleras para cazarlos, estableciendo posteriormente su habitáculo allí, tras alimentarse de la colonia que allí se asentaba. Lamentablemente, todas estas especies son combatidas sin piedad por los humanos.
Aunque son las rapaces, concretamente las nocturnas, las que mayor incidencia tienen sobre la predación de la especie. Así, restos de topillo aparecen hasta en el 21% de las egagrópilas, deposiciones, de lechuza. El zorro también es muy beneficioso, pues llega a representar un 13% de su dieta. Cuando veamos volar una rapaz pensemos, además de la belleza de su vuelo, que está trabajando para nosotros. Por último, desmentir que sean los ecologistas los que crían cualquier tipo de especie en laboratorios para dar de comer a las rapaces? que, en esta España cejijunta, todo hay que aclararlo.