OPINIóN
Actualizado 02/03/2014
Rubén Martín Vaquero

En nombre de mi suegro aragonés, ya fallecido, sirvan estas breves líneas de agradecimiento al Govern de la Generalitat de Catalunya. Ha sido una ocurrencia magnífica, y todo un detalle, vestir a los jugadores del Barça (més que un club) con la bandera de la Corona de Aragón. Ni se imaginan las consecuencias.

El pasado domingo estábamos reunidos un grupo de amigos en mi casa para ver el partido de fútbol entre el Barça (més que un club) y ese equipo imperialista, el Real Madrid, cuando, sin previo aviso, al ver salir a los jugadores barcelonistas envueltos en la señera de la Corona de Aragón, nos dio un vuelco el corazón. Como un solo hombre nos pusimos todos en pie, nos abrazamos con efusión (algunos soltaron unas lágrimas) y sin saber por donde aparecieron xeremíes, flautas de cinco agujeros, gaitas, cencerros, guitarras, esquilas, tamboriles y hasta un piano de cola. Fue como si de la nada, de eso ustedes saben un rato, brotase un concierto, porque unos se pusieron a cantar jotas; otros, habaneras; los trascendentales sacaron mecheros; los culés bailaron chotis; los madridistas se arrancaron con la Cataluña triunfante de Els Segadors y los dos ultras del primero se juraron, mirándose a los ojos, que Valencia era la tierra de las flores, de la luz y del amor.

Ahí no terminó todo. La conmoción fue a más y dio en epidemia. Como si un invisible y todopoderoso juez nos desahuciase, los arrebatados vecinos fuimos saliendo a los rellanos y a las escaleras, y temblándonos las carnes, nos agarramos de las manos y bailamos una sardana vertical con el presidente de la Comunidad llevando la cuenta (se descolgó por el hueco de las escaleras "a lo tarzán"). No encuentro palabras para describir esa violenta agitación del ánimo. Se me debe nublar el raciocinio. Con decir que el bloque entero parecía poseído, está todo dicho. Y este trauma psíquico se lo debemos a ustedes. No lo olvidaremos nunca.

Por otra parte, esta genialidad, que mis amigos filósofos tachan de metafísica, considero que deberían ampliarla a los productos fabricados en Cataluña. No lo duden, desde las patatas fritas a las entidades financieras, pasando por los artículos chocolateados, el fuet, el vino, el cava, los automóviles o la butifarra, todos sin excepción deberían llevar impreso, junto a la fecha de caducidad, una pequeña bandera de la Corona de Aragón a todo color, para que los consumidores los eligiésemos con entusiasmo y, embargados por la emoción, nos los llevásemos a nuestras casas con la certeza de que íbamos a degustar un trocito de uno de los antiguos reinos de España. Anímense, les garantizamos que también haremos publicidad de su tierra por esos mundos de Dios. Lo esperamos con impaciencia contenida.

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