Cuando me dispongo a escribir esta líneas, me acuerdo de un queridísimo amigo y compañero andaluz, como Diego Cañamero: Juan Gallardo. Hicimos juntos el camino de preparación para ser maestros del mirar en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla mientras "su excremencia el criminalísimo" "doblaba la servilleta" allá por el último lustro de los setenta.
Entonces nuestra Universidad no fue solo la de las cuatro paredes de las aulas de Facultad de BB.AA. de la capital andaluza, nuestra otra "licenciatura" fue la que se fraguó en el patio y salón de actos de la Facultad donde exigíamos una enseñanza democrática del arte mediante asambleas en las que discutíamos cómo debería ser el aprendizaje del arte y cómo formar a ciudadanos libres, creadores, sensibles a la luz, al color, a las formas? al ARTE con mayúsculas. Salimos a la calle en numerosas ocasiones pidiendo LIBERTAD DE EXPRESIÓN (artística y social), trasladamos esos sentimientos al Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla en el que nos encerramos, junto con varias decenas de compañeros y compañeras, en dos ocasiones: una para pedir LIBERTAD DE EXPRESIÓN a raíz de la detención de Albert Boadella por la puesta en escena de La Torna una obra teatral del grupo Els Joglars, cosa que se consiguió, y otra, para solidarizarnos con el SOC (Sindicato de Obreros del Campo) liderado en aquellos días por Paco Casero, antecesor del actual SAT que abandera Diego Cañamero, cuyas acciones, de ocupación de fincas levantaban ampollas entre los terratenientes y gentes bien pensantes de la época. La solidaridad con los jornaleros terminó con la salida del museo con el DNI en la boca y los brazos en alto, cosa de la transición.
Estas acciones y otras semejantes, como la oposición al referéndum constitucional del 78 por considerarlo un claro ejemplo de legitimar la mutación del franquismo en lo que hoy algunos llaman democracia y hacerlo sin ruptura, nos llevaron a considerar que teníamos un largo camino por delante, aunque nunca pensamos que fuera tanto y menos, de ida y vuelta.
Tanto Juan como yo hemos pasado largos años luchando más o menos, aburguesándonos menos o más, y nos hemos dado de bruces contra una situación que nos hace volver a preguntarnos si todo este camino andado ha servido para algo, a tenor del discurso que Diego Cañamero dirigió a estudiantes y gentes de toda condición en el salón de actos de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Salamanca el pasado día 26 de febrero.
No sé, lector, qué tipo de repercusión tendrá sobre ti cuando veas el video que más abajo te dejo en un link, pero a mi me da la sensación de que el tiempo se ha parado, que tenemos que volver a lo mismo por lo que luchábamos entonces: la igualdad, la justicia, la libertad y, sobre todo, LA DIGNIDAD, pero con una diferencia: los 23 años que teníamos entonces se han trasformado en 60, teniendo que retomar la lucha donde la dejamos.
Diego dio el miércoles pasado una lección magistral acompañado por unos discípulos admirables entre los que se encontraba el actor Willy Toledo. Ambos hicieron vibrar al auditorio porque son luchadores, porque viven y sienten lo que dicen y porque a los dos les ha costado muchos sinsabores su compromiso. Es una pena que la prensa, la radio, y la televisión salmantinas, (ningún medio de los que se dicen que informan cubrió el acto en su totalidad), sigan ocultando como siempre a los que hablan claro y presten más atención a un partido de baloncesto o a un bache en la carretera o a las inauguraciones de turno que a la gente que tiene motivos y razones más que suficientes para hacer despertar a más de uno del largo letargo reivindicativo en el que vivimos, salvo algunas honrosas acciones concretas. No hay más que ver el tuya-mía, del tedioso debate del estado del país, o nación o lo que sea suyo, que no nuestro. No hay más que ver que cuando hay docenas de miles y miles de personas sumidas en el abismo de la pobreza y la desesperación, sus señorías y los medios que les siguen, se lo tomen tan frívolamente, como si de una competición se tratara, escudriñando a ver quién ha ganado por goleada el partido de la falsa democracia, si el pepé o el popó, si Rajoy o Rubalcaba. Todavía recuerdo a este último en los años 80, dando órdenes a los agentes de seguridad en el ministerio de Educación como secretario del ministro Maravall para que nos detuvieran por querer entregarle en persona un escrito del profesorado de Madrid exigiendo una educación laica y gratuita y aquí me vuelvo a acordar de Juan Gallardo y de muchos otros que se han dejado más que la piel en ello.
Los que asistimos al acto de presentación de las marchas por la dignidad en otra Facultad, la de Geografía e Historia de la ciudad de Salamanca y escuchamos las palabras de Willy Toledo y, sobre todo las de Diego Cañamero, fuimos conscientes de que sus señorías van por un lado y el PUEBLO por otro.
Querido lector te dejo con las palabras de Cañamero a las que no puedo poner ni una sola coma, ni altavoz, ni tienen que pasar por un aclarador, y aunque a todo se le puede poner pegas, incluido el sonido, creo humildemente que no es el momento de ponernos quisquillosos, no está el horno para bollos.
¡El 22-M todos a Madrid! Necesitamos recuperar la dignidad.