La semanita que concluye ha sido un escaparate total de la España que sufrimos y disfrutamos. Ya estamos metidos en el carnaval y el aperitivo ha sido el debate del Estado de la Nación, la conmemoración del 31 aniversario del Estatuto de Autonomía de Castilla y León y la inacabable situación de declaraciones en torno al caso de Cataluña. La corrupción sólo ha tenido el apunte sobre Bárcenas, quien Hacienda dice que defraudó en los últimos tiempos a razón de un millón de euros cada año. Pero que esté tranquilo el onubense en la cárcel, que ya prescribió el delito o delitos.
A lo que voy: en tiempos de carnestolendas siempre veo dos análisis: uno, que somos lo que parecemos, o sea, el hábito hace al monje, que decía Virgilio Dolfes, y dos, lo contrario, es decir, lo que dice el pueblo en forma de refrán, que el hábito, ni mucho menos, hace al monje. Son dos viejas teorías que se puede aplicar a los señores políticos en todos sus actos, cuanto más importantes y rimbombantes, mejor. Por ejemplo: Rajoy llevó estudiada su intervención en el Parlamento hasta tal punto que no se separó de su imagen ni un segundo. Fue el Rajoy que no hace falta que cambie el hábito porque siempre es el mismo monje: España no va bien, vino a decir, pero va a ir mejor porque los del PP somos muy buenos. Rubalcaba, en cambio, se transformó en mitinero porque se lo exigía el guión. Le aprieta su partido y la izquierda de Cayo Lara, que sin muchos merecimientos ve como le van cayendo los futuros votos por arte de magia.
Rubalcaba se tuvo que vestir de lobo feroz porque estamos en precampaña de las elecciones europeas y ha llegado la hora de la verdad. Por eso nada de nada con el PP, ni siquiera para decirle a Artur Mas que se deje ya de ventoleras, que los desamores no se fraguan en dos días. Como tampoco los amores, de acuerdo. Ya sabemos que lo que prima a los carpetovetónicos, y los catalanes están ahí incluidos, es la pasión, el pronto, la emoción del momento. Pero para eso está la razón, que todo lo para y todo lo controla. Prudencia, mucha prudencia, es lo que necesitamos para no precipitarnos en el mundo desconocido.
Pero ni Rajoy, ni Rubalcaba ni Mas avanzan. Ni juntos ni separados. Sólo les une el carnaval, la fiesta, el disfraz, la mentira a medias, la verdad a medias, el análisis a medias. Y no; las cosas deben hacerse con mucho tiento, que esto no es un juego. Que el carnaval sólo sirve para representarnos a nosotros mismos, para redoblar el sainete que ya vivimos día a día.
Esta España de pandereta y tamboril ahora es una chirigota gaditana, un antruejo de Toro, de La Bañeza o de Ciudad Rodrigo, lugares todos donde el carnaval alcanza cotas sublimes. Como en Tenerife o en Río de Janeiro. Estas tierras de Castilla y León, que pasan por ser tan serias también gustan del carnaval, de la doblez, de la mentira. En Las Cortes de Castilla y León nuestros padres de la patria el 25 de febrero, fecha del "Astuto", como lo calificó en los inicios de su puesta en marcha hace 31 años un niño en TVE, fue el motivo que juntó a todos los políticos para saludarse con efusividad y amistad. Un día como ese fuera las desavenencias, que vean los ciudadanos qué mayores somos y qué responsables y qué democráticos.
Dan gusto Las Cortes cuando se entregan premios, o se habla del sexo de los ángeles, o se tienen los intereses conjuntos del cobro de dietas. Otra comedia, necesaria, imprescindible, sí, en este circo nacional de las autonomías. Pero carnaval al fin y al cabo cuando uno ve un Estatuto que ha traído a Castilla y León 140.000 habitantes menos, un 25% de paro (50% juvenil), emigración de jóvenes y menos jóvenes, despilfarro (Hospital de Burgos, Cúpulas del Duero de Soria, edificio mastodóntico de las Cortes?), desaparición de las seis cajas de ahorro y sus obras sociales?No sigo, que me deprimo. Además, como estamos en carnaval voy a ejercer. Eso sí, me vestiré de político de finales del XIX, que esos sí que eran unos fenómenos. Bueno, al menos sabían hablar sin leer. Tendré el éxito asegurado.