OPINIóN
Actualizado 26/02/2014
Enrique de Santiago

Blas es un perro no muy grande, gordito, de robustas patas y rostro de enfadado, pero muy cariñoso, gruñón, simpático, modorro y muy, pero muy duro. Es un animal de los que no pasan desapercibidos, o lo quieres y te enamoras de él o te da mucha rabia y no te gusta verlo para nada.

Es un animal fiel, leal, amigo de sus amigos y que siempre está dispuesto a hacer algo por aquellos que se lo piden, sean o no cercanos a él, basta con darle la orden para que él busque la forma de agradar a su mandante. Pero, tiene como problema que no se calla, que si él cree que tiene que ladrar no habrá quien le diga que no lo haga y ladrará y ladrará, con fuerza, sin medida, con el corazón.

Resulta curioso que es un perro que cuando ladra podrá agradar o no, pero nadie es capaz de decir que no debe de ladrar, que no es cierto el motivo por el que  ladra o que su ladrido no es veraz y, siempre que ladra, su ladrido tiene ese punto de fusta, de flagelo que todos esperan y del que nadie se escapa. Aun cuando no recuerdo haberle visto morder a alguien con crueldad o saña, más que cuando dos perras le hicieron daño a su cachorro y, aún en ese caso, lo hizo calculando el mordisco para no dañar a nadie que o debiera, pero también es cierto que cada vez que puede, cada vez que tiene ocasión, lanza una dentellada a una u otra cánida, a las que jamás perdonará.

Es un perro robusto, con fuerza, al que no desalienta que le den palos, al que pegan amigos, enemigos, cercanos, lejanos, los niños de la calle, los adultos que lo ven, unos por odio, otros por envidia, otros por desear parecerse a él y no ser capaces de ello, otros incluso como diversión mal sana de quienes jamás entenderán la fuerza interior que le hace seguir adelante, al que, con dolor en el lomo, no le cuesta cargar un poco más y al que, cuando lucha por lo que cree, no hay quien le pueda arredrar, intimidar o desalentar.

Blas es un animal único y, por eso, por la envidia que genera, le han echado de la perrera, le han vapuleado, le han agredido y le han hecho más y más fuerte, porque Blas no dejará de luchar por los suyos, por lo que es justo, por sus amos, por más que, hasta estos, en alguna ocasión le den un cachete; pero, Blas también tiene corazón y también le duelen las cosas, aún cuando él mantenga el rostro impávido, la voz rotunda y la imagen sólida.

Es un gran perro al que han traicionado en reiteradas ocasiones, le han derrotado en miles de batallas, pero es un perro que ya quisieran tener todos aquellos que desdeñan y que algún día, cuando  nos falte su ladrido, echaremos de menos y, aquellos que no puedan conocerle, los que conociéndole no le quieren o los que nunca le conocerán, jamás llegarán a alcanzar una uña de sus patas, pues es un perro con un ángel especial que nunca tendrán otros, por más que quieran.

 

 

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