OPINIóN
Actualizado 26/02/2014
José María Moreno

El dramaturgo español del siglo XVII Pedro Calderón de la Barca nos presenta en su auto sacramental "El  gran teatro del mundo" la actuación de todas las personas en el papel que el Sumo Hacedor les ha distribuido.

"Si te mando que hicieses

la persona de un pobre o un esclavo

de un rey o de un tullido

haz el papel que Dios te ha repartido"

En este concepto trascendente de la vida, cada individuo es el protagonista del papel que le ha correspondido.

Posiblemente la mejor obra de Calderón de la Barca, hoy nos daría mucho que pensar; cada persona, sea lo que sea, como actor protagonista de su importante vida, para interpretar correctamente su papel y al final recibir premio o castigo con arreglo a su actuación.

En nuestra sociedad cada día resulta más difícil entender lo que es la responsabilidad individual. Las culpas y las debilidades se achacan a la sociedad en su conjunto y la solución de los propios problemas, se pretende que sean resueltos por otros.

El individuo, en buena medida, ha pasado de ser actor y protagonista, a ser un simple espectador de la programación que otros elaboran.

En estos días pasados hemos asistido a dos representaciones en las cuales,  toman a los espectadores por necios, al reescribir la historia de la manera más burda.

En la primer representación, un grupo de marionetas, dirigidos por una organización criminal, pone ante el espectador el borrón y cuenta nueva pretendiendo un trato igualitario para víctimas y verdugos.

En la segunda rescribiendo un hecho real y cambiando en su propio beneficio e interés los acontecimientos para aprovechando la ficción atacar a placer a los personajes reales, para cuya finalidad habían preparado el montaje televisivo.

A estas obras les falta trascendencia y les sobra mezquindad.

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