OPINIóN
Actualizado 20/02/2014
Marta Ferreira

Que la vida es un camino complicado, con altos, bajos  y otras muchas dificultades, es evidente, aunque algunos privilegiados no lo reconozcan. Las personas somos producto de las circunstancias desde que nacemos hasta que morimos y,  a pesar de poder mejorar o empeorar las situaciones que vivimos con nuestra actitud y nuestro trabajo, ello condiciona nuestro futuro más de lo que imaginamos. ¡Ojalá todos gozásemos de un entorno familiar equilibrado, de una salud de hierro para afrontar cualquier adversidad o de un trabajo que nos apasionase e hiciese nuestras  vidas más armoniosas!  Pero  no siempre es así y lo que hemos es de armarnos de recursos que nos permitan sobreponernos a lo que deviene o simplemente cambiar el chip y preguntarnos: ¿por qué no a mí?,  en lugar de ¿por qué me sucede a mí?

Casualidades de la vida han hecho que conviva de cerca con personas, mujeres todas ellas, que han tenido que enfrentarse, y muy jóvenes, a la enfermedad crónica y a la convivencia con ella. Son valientes, son fuertes, viven cada día sin que se aprecie que el esfuerzo que les requiere enfrentarse a una jornada diaria es doble que a una persona normal, y lo llevan con una dignidad y serenidad  sorprendentes. A veces sacrifican sus descansos y diversiones porque necesitan guardar esas fuerzas para poder seguir adelante, para ir a trabajar cada mañana, pero jamás lo dicen ni escucho una queja, y yo, las admiro.

Se han encontrado en el camino la incomprensión de quienes no entienden (porque han tenido la gran suerte de estar sanos y desconocen las tinieblas de la enfermedad) a personas que en lugar de valorar el sobreesfuerzo que implica para ellas la vida normal, lo confunden con falta de ganas de hacer más o de superar situaciones. Hay que ser necio para creer que a una persona le gusta renunciar a planes o tal vez vivir sin poder hacerlos porque no saben cómo van a levantarse mañana.

Una de ellas me comentó en una ocasión que aprovecha cada instante en que se encuentra medianamente bien para salir, para disfrutar, para exprimir la vida porque sabe que cada día que le queda por vivir va a ser peor que el ya vivido. Y tiene razón, ¡cuánta razón tiene! Hoy es lo que existe y, enfermos o sanos,  hemos de aprovecharlo porque el mañana es una ilusión y el pasado es recuerdo.

Hace ya algún tiempo comprendí que no deben hacerse planes a largo plazo porque la vida es una sorpresa permanente, porque los sueños son sólo ilusiones que a veces nos impiden disfrutar de lo que en cada momento tenemos, porque el hoy es más que suficiente para cumplir metas, porque sueños incumplidos son frustraciones innecesarias, porque es más sano intentar ser feliz hoy que proyectarlo en el tiempo.

A esas increíbles mujeres que con su ejemplo de superación y su fuerza me ayudan a contemplar la vida desde el presente, les doy las gracias y tomo su ejemplo. Me hacéis pensar que el mundo sería mucho mejor con gente sufrida que adquiriese esa comprensión hacia lo desconocido que vosotras derrocháis y que tantas veces habéis echado en falta en  los demás. Hacéis del mundo un sitio mejor, al menos del mío. Isabel, Mariate? va por vosotras.

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