Siempre busqué el verso que abre el arca de la vida plena. El trazo que dibuja su perfil, su pulso. En el color su amanecer; y en esa oración andaba cuando me dices que todo viaje termina en la seca muerte y ya ves, me he quedado un momento en silencio dudando de la luz, mientras el agua se derrama de mis manos porque de golpe se apagó la sed. Me acabas de regalar la soledad, la noche, oscura coma aquella, menos sublime, porque no quiero desprenderme de todo; quizás no puedo concebir la vida sin esperanza, sin amor, sin vuelo. Sé como tú, que es difícil demostrar con ciencia la existencia real de la poesía, pero más difícil aún vivir sin ella, sin creerla, concluir que todo se resume a un crucigrama carente de salida. Otra cosa es que el cansancio, la desazón, el golpe del desequilibrio que llaga la caída, pero incluso en la penumbra, creo que estamos hechos para anhelar la vida; que viajamos en busca de esa estrella. Dime sino como soportas la brega, en la injusticia, en la ignorancia, en la impotencia. No es tan fácil ser roca imperturbable al oleaje, anular los sentidos, sensibilidad, sentimientos y seguir siendo hombre, porque el hombre es hambre. Creo que a pesar de tu silueta altiva, también albergas cierta tendencia hacia lo que perdura. Te he visto ante un cuadro queriendo penetrar en aquel negro profundo y asfáltico como una ruta al misterio del que huyes, leer un soneto hasta palpar esa rima que resbala como una lágrima, escuchar música como sintiendo su alma. No creo que todo en ti sea solo sociología, ocupación por el reparto equitativo de calorías, no solo, aunque sea importante, y sospecho que eso es por algo, por un afán que nos trasciende. Decirlo así, que suena a eternidad y abismo, cuando vemos los huesos descarnados en la cuneta, parece un brindis al sol, qué menos, sabes que él, ya sé que para ti no es él, es uno, dijo que allá los muertos entierren a los muertos, no era lo suyo, definitivamente la palabra es vida. Nos han hecho responsables de ser nosotros mismos, dura tarea para un barquito de cáscara de nuez, al menos querer ser, otra vez el anhelo de ir más allá de todo conocimiento, a la contemplación directa, eterna, plena, supuestamente inmóvil de ser el que soy. De alguna forma