La fachada del Estudio salmantino esconde, entre sus símbolos más populares, una rana esculpida sobre una calavera. El estudiante que asomado a la fachada no la reconoce, se dice que no aprueba. Y en cierto sentido esa lectura tiene su vigencia.
En base a las Constituciones de Martín V aparece en los estatutos de la universidad la prohibición de que los alumnos o maestros del Estudio pudieran tener concubina en casa propia o ajena, bajo pena de excomunión. De esa manera "?tamdemque producit in fidei catholicae robustissimos pugiles et athletas" (?también cosecha robustos púgiles y atletas para la fe católica). Los vicios carnales no convienen para estos negocios. Parece que los maestros de entonces lo tenían trabajado: "Y sobre todo guárdense los estudiantes de la lujuria, porque nada es tan mortífero para los ingenios?el amor lujurioso es olvido de la razón y cercanía de la locura" (Juan Alfonso de Benavente, 1453). O si nos atenemos al breviloquio de El Tostado, recogido a finales de ese siglo por el Dr. Villalobos ya distinguían la pasión amorosa, el amor concupiscente, el deseo? (fuerzas orientadas a la conservación de la especie) del amor virtuoso, que respondería más a un hábito intelectual o sabiduría para la vida. Nihil nobus? Inteligencia emocional del siglo XV.
Hemos de reconocer que alcanzar el amor puro y el conocimiento que a él conduce nos sitúa a las puertas de la felicidad. Pero hoy tenemos grandes dificultades en transmitir el sentido y gobierno de los afectos, la inteligencia emocional capaz de evitar que nuestros adolescentes se vean seducidos por el ejercicio precoz de una sexualidad más o menos coloreada de romanticismo ramplón, malogrando sus vidas, afectadas como están hoy por cifras epidémicas de abortos y enfermedades venéreas, hoy ITS (en tiempos la incurable sífilis, hoy el incurable sida) y hoy como ayer expresadas en la rana de la esplendorosa fachada de la universidad salmantina.
La simpática ranita no es lo que parece como tampoco lo son determinadas inercias jaleadas por la sociedad de consumo. Fiesta sin fin, sin muertes ni dramas, sin angustias, todo disfrute. Pero la necrófila e insensata realidad acaba por imponerse, abandonado el joven a su suerte. En medio de una emergencia afectiva sin precedentes, la ranita necrófila recuerda al Estudio la tarea de educar, de forma que elevando su mirada a lo alto de la fachada de su universidad, el estudiante aviste en Venus y Hércules el reto. A través de la mitología Salamanca pregona una de sus lecciones magistrales, intemporal y apasionante. Y recibe cumplido desarrollo pasado el zaguán, en su Escalera, donde comprobaremos la alta pedagogía de sus piedras.