OPINIóN
Actualizado 12/02/2014
Francisco Javier Blázquez

Después de los ríos de tinta que han corrido y los minutos dedicados en prensa y radio a la frustrada exposición de Ausín Sáinz no es mucho lo que uno modestamente puede aportar, salvo disentir de algunos aspectos que de tanto repetirlos acaban convirtiéndose en dogmas de mayor calibre que la infalibilidad papal.

El hecho es, como todos los lectores conocen, que una exposición montada en la sala "Julián Sánchez el Charro" fue descolgada antes de la inauguración por contener, en palabras del responsable del espacio cultural, "imágenes inadecuadas para el público, eminentemente familiar, que acude a este espacio de participación ciudadana". En las obras de la polémica aparecían los retratos de Bárcenas y Rajoy, sujetando una patata al alimón mientras el presidente del ejecutivo exhibía sobre la cabeza un zurullo hermosazo, y el de la infanta Cristina con peineta y otra butifarra generosa completando el tocado.

Al respecto me vienen a la mente varias reflexiones y alguna que otra duda. Para empezar, deberíamos plantearnos dónde están las fronteras del arte, la propaganda y el buen gusto. No voy a teorizar sobre ello, porque para eso ya están Montserrat González y Andrés Alén, que lo hacen muy bien en este mismo medio. Afirmo no obstante, sin ambages, que la propaganda es también arte, faltaría más, ahí está el ejemplo de Sainz de Tejada. Y cuando es propaganda política, el arte se politiza y entra en el juego de la política, con sus pros y sus contras. El arte es también provocación, cómo no. El urinario de Duchamp fue un desafío grandioso a todo lo convencional y de la casquería de nuestro Marty Bolonio qué vamos a decir, solo descubrirnos ante la genialidad. Incluso con lo escatológico también surgieron buenas ocurrencias, comenzando por  Piero Manzoni y continuando por quienes han arriesgado con performances memorables, como las fotos de David Nebreda que vimos en Salamanca hace años o las series mexicanas de la exposición dedicada a la comida en el año de la capitalidad cultural. Aunque para riesgos el de Ángel Delgado, que convocó a la prensa para plantar el pino sobre el diario Granma en una galería de arte de la Habana.

El tema, como puede apreciarse, tiene su recorrido y salvo que surja algo muy novedoso empieza a dejar de ser recurrente. Se puede y se debe provocar con el arte, se puede y se debe denunciar con el arte. Me parece bien lo escatológico, lo repugnante y hasta lo necrófilo, en el sentido etimológico del término, siempre y cuando se aporte creatividad. Pero recrearse siempre con lo mismo deja de ser original y aburre. Que la política es una mierda ya lo sabemos, no necesitamos las heces sobrehidratadas  para constatarlo. Un poco más de ingenio, por favor. Y si se coronan las cabezas de los corruptos ponemos también a los del otro signo, los  Pujol, Mas, Chaves, Griñán y demás compañeros de fatigas. ¡Qué bien hubiera quedado otro cuadro con la patata y la zurreta de los eres andaluces! La exposición hubiera sido, digamos, más simétrica. Y que conste que Ausín Sáinz tiene cosillas interesantes, basta con dar un paseo por su web y comprobarlo. Pero también es cierto que con la edad que tiene, si su obra fuese tan buena como han dicho algunos no iría al Sánchez el Charro, por lo menos tendría que exponer en Santo Domingo.

Y dicho esto, una última consideración sobre responsable de la sala. Hay que estar más vivos. Si la exposición no reúne la mínima calidad o se sale del buen gusto sin aportar creatividad, simplemente no se expone. Y no vale que ocultase la obra o enseñase solo una parte, porque en el sueldo le entra informarse antes. Solo con escribir y pinchar el nombre del autor en Google sabemos que el artista es un provocador y le va la marcha. Así que antes de dar el permiso se entera uno bien de todo, porque una vez que los cuadros se han colgado, si se retiran se le hace el caldo gordo y luego pasa lo que pasa. Una exposición que hubiera transcurrido sin pena ni gloria se ha convertido en la comidilla nacional del sector que ya sabemos, y por no querer el caldo te acabaste tomando tres tazas. Al artista censurado, con esta decisión, la jugada le ha salido redonda. En su vida pudo soñar, por mucho que lo haya intentado en otras ocasiones, con un protagonismo mediático como el que le han regalado los responsables de la cultura salmantina.

 

 

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