OPINIóN
Actualizado 07/02/2014
José Ramón Serrano Piedecasas

El 20 de enero OXFAM INTERMON dio a conocer su último informe acerca de la distribución de la riqueza en el mundo, "Gobernar para las élites", y que se entregó al Foro Económico Mundial reunido en Davos dos días después. En él se habla de la imparable concentración mundial de la riqueza en muy pocas manos. Se dice, por ejemplo, que la renta de tres mil seiscientos millones de personas es poseída por ochenta y cinco personas físicas. Es decir, que cada uno de esas riquísimas personas tiene el mismo dinero que el de unas  ochenta y cinco millones de personas? En España, la situación resulta un poquillo menos abusiva. Veinte españolitos tienen la misma cantidad de dinero que nueve millones cuatrocientas mil personas (el 20% de la población); o si se quiere, uno de aquellos vale lo mismo que cuatrocientos setenta mil de éstos? Joseph Stiglitz, premio nobel de economía, destaca tres consecuencias nefastas de tal situación: a) se multiplican los fallos del mercado siendo el más penoso el incremento exponencial del desempleo; b) el sistema político se ve incapaz de efectuar las debidas correcciones sociales y económicas perdiendo legitimidad; y c) ante tal situación aumenta la desafección ciudadana respecto del sistema político y económico. Si a todo esto añadimos algunas características locales  tales como la corrupción empresarial, sindical y política que coloca a España a la cabeza de los países más corruptos de Europa o la situación desastrosa de la educación en todos sus niveles, el panorama que nos toca vivir, sin duda, es negro. Además, existe una opinión cada vez más extendida de que el problema "sistémico", el más amenazante, el que quizás ya no tenga remedio es que la situación descrita alcanza a las economías occidentales en su conjunto. Economías que han dejado de ser reales para ser virtuales. Virtualidad apoyada en esotéricos productos financieros, bancos especuladores y paraísos fiscales. No resulta históricamente sostenible que el uno por ciento de la población mundial concentre, como en los tiempos de la Roma Imperial, riquezas y poderes inmensos. Un uno por ciento, además, entre si mal avenido y claramente suicida. Dudo que alguien pueda aún parar a este tren desbocado y que a todos nos lleva. Quizás, lo más realista, pienso desde la "izquierda", consista en tratar de aminorar el daño emergente y prepararse para el día después. Así es la historia.

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