OPINIóN
Actualizado 06/02/2014
Eugenio Sánchez

Nos venden ideas que no ideales, estamos sometidos al capricho y egoísmo de multinacionales, al precio de la gasolina, a la mano de obra barata de quienes compran vidas por mendrugos de pan,  a oír mentiras y pretextos que justifican las desigualdades.

Los anuncios te ofrecen, ¡alucino!, leche con calcio, ¿desde cuándo la leche no es leche?, todo es producir, ganar, ir más rápido, pero sin calidad y sin decencia.

Europa, el mundo, dejan de ser de este planeta Tierra y pasamos a ser piezas de Monopoly que se intercambian en despachos insonorizados haciendo oídos sordos a gritos desgarrados. Nos regimos por factores de economía global, somos mercenarios en busca del empleo menos malo, si tienes la fortuna de ser apadrinado. Si tan globales somos,  repartamos la riqueza y no nos apropiemos de ella.

Los dos grandes poderes; el dinero y la política nos hablan de usura, indiferencia, soberbia;  y que se sientan aludidos sólo quienes piensan más en sí mismos que en los demás,  precisamente a los que están obligados a servir, a los demás, a todos.

? Y nos perdemos lo humano, el campo entre nuestros dedos, la semilla, el trueque, la tienda del barrio.

Hemos mal cambiado el clavo, la peonza, la pelota por máquinas que nos arrinconan en el cuadrilátero de la indolencia, vivimos en habitaciones de las que no queremos salir, prisiones con celdas abiertas,  afuera nos espera vida, pero se nos olvida.

Yo quiero? ser padre y abuelo, estar rodeado de pequeñajos traviesos en torno a una camilla y un cuento.

Deberíamos compartir aquello que tenemos y no lo que nos sobra. La deriva del mundo está en nuestras manos y nosotros no tenemos ni timón ni Norte. Es necesaria e inmediata una revolución de los principios que ahora nos gobiernan.

Lo global deshumaniza, lo cercano enriquece el alma.

Elijo lo pequeño, al vecino, al amigo.

Para todos los que piensan de otra manera.

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