OPINIóN
Actualizado 01/02/2014
Paco Blanco Prieto

En la sociedad conviven voluntades humanas de servicio y cooperación mutua con patologías crónicas sociales que pasan desapercibidas ante los despistados ojos de algunos ciudadanos, ignorantes del daño que ocasionan estos gérmenes patógenos al resto de la población, por ser más perjudiciales que plagas bíblicas, pestes negras y pandemias, pues tales patologismos tienen irremediables consecuencias sociales que afectan severamente a la salud democrática y la convivencia ciudadana.

Es oportuno reflexionar sobre ello; asomarnos juntos al microscopio mental que permite visualizar tales gérmenes; desvelar las patologías secundarias que producen; y buscar entre todos un tratamiento que extermine semejantes virus antes de que se nos cuelen de rondón en nuestras vidas convirtiendo en rutinario lo detestable.

En el Diccionario de Voces Sociales encontramos definido el término Patologismo como una alteración en la estructura interna de la conciencia colectiva producida por el VIM (Virus de Inmunodeficiencia Mental), huésped del cuerpo social que reduce a la nada el espacio de la ética natural anulando la voluntad ciudadana, resignada a un fatalismo considerado inevitable en manos de mercaderes patológicos que comercian con la ley moral ante el asombro de la mayoría silenciosa, situada en las antípodas de tales depredadores, que tolera con resignación abusos y desviaciones de los diferentes patógenos, por eficaces que quieran mostrarse los laboratorios sociológicos, los confesionarios religiosos y los consultorios psiquiátricos.

Tal situación nos obliga a distinguir el honrado oficio del periodismo, del patológico periocismo. En nada se parece el noble patriotismo, al cínico patrioterismo. Tampoco es bueno confundir el señorial localismo con el vulgar aldeanismo; ni debemos agitar en la misma coctelera el desinteresado politicismo y el corrupto politiquerismo. Recordemos también que la mano del Enviado no bendice la unión del profético cristianismo con el soberbio cristacismo; ni el código humano autoriza a vivir bajo el mismo techo al generoso altruismo con el detestable ultramismo. Y que nadie pretenda fundir en el mismo crisol: fidelidad y servilismo; libertad y chaquetismo;  lealtad y fulanismo; heroicidad y terrorismo; meritaje y nepotismo.

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