OPINIóN
Actualizado 01/02/2014
Aníbal Lozano

El pasado viernes la Biblioteca Pública de Zamora celebró un homenaje en honor a Claudio Rodríguez,  zamorano y universal, el autor de 'Don de la ebriedad' y que el viernes pasado hubiera cumplido 80 años. Nada es lo mismo desde entonces, desde la primera vez que uno se acerca hasta el poema que es más que eso, si es que un poema deja de serlo para ser más nunca siendo menos. Como en otras ocasiones, Tomás Sánchez Santiago me acercó hasta las veladuras íntimas de la poesía de Claudio Rodríguez pues uno le había prestado  atención algunos años atrás y teniendo su obra tan cerca aparecía en la distancia. Se nos iba por la suerte Dylan Thomas y T.S. Eliot, Heaney, Gil de Biedma como no y los sonetos de Inés de la Cruz cuando no los versos de la Iliada (más que la Odisea) que era un ejemplar para llegar hasta Joyce y caer rendido en la soledad del corredor de fondo. Resulta que estaba en casa el poeta y hoy no solo en la pléyade, que era lo que se llevaba. El Seminario permanente de estudios que lleva su nombre en Zamora cumple un trabajo exquisito, como pocos  al uso y ha presentado en la Biblioteca el cuarto  número de la revista 'Aventura' finalizando el motivo con una espléndida conferencia de Angel L. Prieto de Paula que llevó por título 'Claudio entre los grandes'. No es para menos. ¿La muestra de su universalidad?. Hete aquí el poema que sólo por él hubiera merecido el Nobel y en cuya esencia late que las palabras nos salvan en los más duros, tristes y desoladores momentos.

Lo que no es sueño: "Déjame que te hable en esta hora/ de dolor, con alegres/ palabras. Ya se sabe/ que el escorpión, la sanguijuela, el piojo,/ curan a veces. Pero tú oye, déjame/ decirte que, a pesar/ de tanta vida deplorable, sí,/ a pesar y aun ahora/ que estamos en derrota, nunca en doma,/ el dolor es la nube,/ la alegría, el espacio;/ el dolor es el huésped,/ la alegría, la casa./ Que el dolor es la miel,/ símbolo de la muerte, y la alegría/ es agria, seca, nueva,/ lo único que tiene/ verdadero sentido./ Déjame que, con vieja/ sabiduría, diga:/ a pesar, a pesar/ de todos los pesares/ y aunque sea muy dolorosa, y aunque/ sea a veces inmunda, siempre, siempre/ la más honda verdad es la alegría./ La que de un río turbio/ hace aguas limpias,/ la que hace que te diga/ estas palabras tan indignas ahora,/ la que nos llega como/ llega la noche y llega la mañana,/ como llega a la orilla/ la ola:/ irremediablemente."

Por eso es universal.

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