OPINIóN
Actualizado 31/01/2014
Ángel González Quesada

Al calor de la euforia derechista que provocó el hundimiento del bloque soviético a finales de los ochenta, Francis Fukuyama, un mediocre sociólogo estadounidense popular entre ciertas élites, publicó en 1992 'El fin de la historia y el último hombre', un panfleto reaccionario que profetizaba décadas de prosperidad mundial en brazos de los mercados capitalistas. La cortedad, el sesgo ideológico y la pobreza argumental del libro, hicieron que el ya escaso prestigio de Fukuyama entre los analistas serios, se esfumase (como el Corín Tellado de la Filosofía Política llegó a calificarlo el gran Emilio Lledó).

Sin embargo hoy, a la vista de la realidad que en lo social, lo político, lo económico o lo cultural manosean los incapaces que gestionan nuestras instituciones, adquiere sorprendente actualidad el libro de Fukuyama 'Trust: la confianza', publicado en 1998 y que, en su afán por describir las bases y requisitos para el crecimiento ?monetario- de las sociedades modernas, puede leerse, en negativo, como la descripción de todas y cada una de las quiebras de confianza por las que hoy es imposible en España cualquier pacto duradero en lo político o lo educativo, por qué se vuelve inalcanzable cualquier acuerdo inteligente en cuanto a temas fundamentales de la convivencia, la igualdad o los derechos, y por qué es hoy impensable un contrato leal y provechoso para ambas partes en lo laboral y lo comercial, y que se haya tornado quimera alcanzar un compromiso honrado, limpio o leal en casi cualquier conflicto.

La actual quiebra de la confianza en España, tomada como categoría esencial de la moralidad e indispensable requisito para la convivencia, ha sido propiciada por el repentino desenmascaramiento de demasiadas trápalas, supercherías, fraudes, embelecos y mentiras sobre las que se asentaba nuestro remedo de crecimiento, y por eso hemos dejado de creer en el altruismo empresarial, en la independencia judicial, en el afán de servicio de los políticos, en las garantías bancarias, en la igualdad institucional, en los programas, en la libertad de pensamiento, en la limpieza de los procedimientos democráticos, en las promesas, en los partidos, en la bondad de las instituciones religiosas, en el valor de la palabra, en lo inamovible de los derechos de ciudadanía, en la protección social pública? Desconfianza en el nosotros que podría salvarnos para hundirnos en el raquítico yo que nos condena.

Tal vez un clarividente ejercicio fuese releer hoy, al revés, los libros que tantos autores como Fukuyama publicaron en "sus" felices noventa, alabando las bondades y méritos del capitalismo más feroz, y que han estado en la cabecera de los Madoff, Greenspan, Trichet o Bush que en el mundo han sido, para descubrir cómo coinciden sus previsiones, consejos, profecías y anunciaciones, punto por punto, justamente con las que han causado hoy el hambre y la necesidad, la miseria y la angustia, los robos y las codicias, la desprotección, la desatención, el desprecio y la intemperie que hoy empapan a los habitantes de un país sin resto de confianza.

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