OPINIóN
Actualizado 29/01/2014
Francisco Javier Blázquez

Hace poco más de una década se puso de moda el libro "Más Platón y menos Prozac", de Lou Marinoff. El autor trataba de ofrecer una alternativa, distinta a las habituales, para solucionar los problemas cotidianos con respuestas tomadas de la Filosofía. En el conocimiento y el deseo de saber se puede encontrar, según relata acertadamente el autor, una forma de superar las temidas "depres".

El autor, y sobre todo el título del libro, vienen al caso tras la lectura de la información política. Da lo mismo el día que sea, porque hasta el más animoso acaba siempre sumido en depresión. La cosa está tan mal que hasta damos por hecho, indebidamente, que el desahogo, trinque e inutilidad forman parte del oficio de político, salvando honrosas excepciones. Pero, por favor, que al menos se esfuercen en disimular sus carencias. Que apliquen las máximas maquiavélicas sobre el arte de la simulación, que con bien poquito nos conformamos ya. Si padecer a los políticos resulta inevitable, al menos que vivamos en la ilusión de que son gente preparada. ¿Es pedir tanto?

Decía Platón, en "La República", que el político debía caracterizarse por la sabiduría, y en el libro del Eclesiástico podemos leer que el gobierno del prudente será duradero. Estos dos atributos, prudencia y sabiduría, se le presuponen al buen gobernante en nuestra tradición, griega y hebrea. Pero a los nuestros, que son castizos, bien parece que les queda mejor el refrán de "la ignorancia es atrevida", entre otros muchos, que el refranero es rico.

Indignan muchas cosas de los políticos, pero llega un momento en que ver a esa tropa de palurdos sentando cátedra, a la par que desbarran, da tal grima que a uno le entran ganas de devorar el tubo de Prozac. De antología fueron los disparates de Carmen Calvo y Bibiana Aido, ya algo lejanos en el tiempo. Pero claro, si el nivel de formación en el ministro es el que es, pues qué vamos a pedir al consejero o concejal. Sin embargo hay algunos que son hirientes, y no solo por la ignorancia en sí, sino por la carga que arrastran. La semana pasada, nuestra sonriente consejera de Cultura y Turismo, la abulense Alicia García, sorprendía a propios y extraños en FITUR cuando, sin el menor de los rubores, le preguntó a Jesús Pascual, el alcalde de La Alberca, que dónde estaba su pueblo. ¡Ay, Señor! Más de dos años y medio como consejera de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León y nos sale ahora con estas. Cultura y Turismo?, que se dice pronto.

Pues es lo que hay. Y sin ser aún víctima de la ESO, porque a la señora García se le reconocen estudios superiores, pero da igual. Cuando se hace carrera política y se vive de ello da todo igual. Llama la atención que en nuestra sociedad se pidan títulos o certificados hasta para desempeñar las profesiones más humildes y, sin embargo, para gestionar la cosa pública no se exija un mínimo de formación. ¡Qué olvidado quedó Platón! Y como la prudencia tampoco está de moda entre los políticos, pues sin sonrojo alguno se le pregunta al alcalde que por dónde queda el considerado en varias ocasiones pueblo más bello de España, monumento histórico-artístico desde 1940, escenario de no sé cuántas películas, entre ellas las inolvidables "Marcelino, pan y vino" y "La marrana", centro neurálgico del turismo en la Sierra de Francia, etc. Cualquier persona mediamente formada lo sabría, más si nació en Ávila, pero de no saberlo, tras treinta y dos meses cobrando como titular de la Consejería de Cultura y Turismo debería haberlo aprendido. Y si no ha sido lo suficientemente competente en aprender lo más sencillo, las dudas que quedan sobre su capacidad para el cargo resultan más que justificadas. Qué Dios nos coja confesados, con el Prozac a mano y armados de infinita paciencia.

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