OPINIóN
Actualizado 28/01/2014
José Amador Martín
 

Hay muchos lugares en la ciudad, para pensarla, soñarla, diseñarla, vivirla, y en esa vivencia edificarla. Ciudad de plazas, cielos y jardines. La ciudad que no es de nadie y es de todos. Los pasos suenan con vida en las aceras. Desde lo alto, los astros tienden a un relámpago en las miradas; mientras los elementos siguen sus leyes inagotables para dar vida a los distintos paisajes de la ciudad

Aferrados a la fe indeclinable en la poesía, nuestros pensamientos se expresan en los versos, quizás para no extraviar los laberintos de la ciudad en la que las miradas permiten la luz de la salida, la libertad. Quizás para no renunciar a la exactitud de la belleza que se encuentra en el corazón de las cosas y a cuya estancia sólo se accede por la poesía? Verdad y belleza que sostienen el mundo en su paradoja, disonancia y armonía. Y justamente, para librarnos de la miseria, en la redención exhalada por las palabras que curan y dan vida; que nos entregan lo permanente, lo esencial, lo que no cesa.

A la escritura silenciosa grabada en todos los muros de la ciudad, le es correspondiente una lectura poética, un habitar con el tacto, el oído, la mirada? un descubrir perpetuo del significado último, de la esencia superior de la vida, plasmada por los hombres en los paisajes iniciales.

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