OPINIóN
Actualizado 27/01/2014
Miguel Ángel Perfecto

A partir de la Primera Guerra Mundial las mujeres conquistaron el derecho de voto gracias al papel decisivo que habían tenido durante el conflicto bélico sustituyendo a los hombres en las fábricas y en los campos.

Poco a poco, las mujeres se incorporan a la esfera pública, no sin reticencias y protestas de aquellos hombres que consideraban a la mujer como un ser inferior, el debate que se produjo en las Cortes de la Segunda República española en 1931 fue buena prueba de ello.

Pero el gran cambio para la autonomía personal de la mujer no se produjo hasta después de la segunda guerra mundial cuando se descubrió la píldora anticonceptiva.

La píldora anticonceptiva permitió a las mujeres liberarse de la cadena de embarazos que habían impedido la realización de la mujer como ser igual que el hombre.

Las mujeres podían a partir de esos momentos decidir por si mismas tanto cuándo querían ser madres o si no querían serlo.

La liberación de la mujer del hecho de la maternidad forzosa consiguió que entrara en el mundo masculino del trabajo y la vida pública abandonando definitivamente el gineceo donde había sido recluida por siglos.

La nueva mujer exigía derechos iguales que el hombre, sin renunciar a sus propias características.

Iguales pero diferentes se convirtió en el slogan del feminismo contemporáneo que apelaba a la autonomía completa de la mujer, al control de su vida, de su sexualidad y de sus relaciones familiares.

La ruptura con el modelo de mujer como ser inferior al que cuidar, mujer-virgen y mujer-madre fue total.

En este sentido, la ruptura con el modelo del matrimonio indisoluble supuso igualmente un paso trascendental para dicha autonomía.

El contrato del matrimonio se convirtió así en una relación de amor e igualdad y cuando ésta se quebraba el divorcio se convertía en la alternativa más razonable para los dos.

En la lucha por conseguir la disolución del matrimonio y la libre dispensación de la píldora, las mujeres sufrieron castigos y cárceles en todo el mundo. Por ejemplo, en los Estados Unidos de los años 50, la píldora anticonceptiva, completamente prohibida, era introducida desde Europa en botellas de vino con el fin de despistar a la policía.

La defensa de la sexualidad femenina reprimida por la sociedad masculina necesitaba un paso más para conseguir la plena autonomía personal, la despenalización de la interrupción del embarazo. La mujer exigía el derecho completo sobre su propio cuerpo y su sexualidad, separando aquella de la maternidad.

 

 

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