No sé si me he levantado con pocas ganas de leer o es que he visto que poco a poco los vetustos libros se van apoderando de cada rincón de la casa, o que sencillamente me he pasado por la galería de Adora Calvo y la exposición de Alicia Martín me ha inducido otra forma
Enseguida recordé a John Latham y su conocida serie Film Star (1961) de grandes collages confeccionados con maltratados libros, como
Latham, siempre tan activo y activista nos dejó una memorable anécdota, en realidad una performance, que fue motivo de su expulsión del St. Martin's School londinense, simplemente por no devolver un libro a su biblioteca o devolverlo en distinto estado
Alicia Martín siempre ha trabajado su obra con los libros, con el exceso de libros se diría, fotografía, video, escultura, instalaciones en interiores o urbanas, estas últimas son las que le dieron un buen protagonismo en los medios. Esas cascadas de libros vomitadas desde las ventanas de nobles edificios, bellas composiciones de inteligentes fluidos, de memoria no medida en gigas de historia de la humanidad. Su trabajo
La exposición en Adora es más callada, las piezas esféricas de libros formalizan una escultura más clásica, tanto que se han pasado unas de ellas al bronce, tan desterrado últimamente en la nueva escultura, y juegan al contraste con el colorido de las otras apareciendo ante ellos como libros quemados, fósiles de cenizas de una hoguera que consumía granparte
No puedo retraerme, hablando de libros y arte a aquel simulacro de librería de Manolo Valdés que vi en la Galería Marlborough y años después reencontré en Salamanca cuando en el Palacio de Congresos se realizaban interesantes exposiciones y aquello palpitaba. Solo unas maderas con alma de pergamino.
Alicia Martín hablaba de exceso de información que es discutible exceso si es buena información, pero yo también quiero hablar de exceso de libros, exceso de libros muertos. Porque vimos en tiempos indeseables quemas de libros vivos, que amenazaban con su viva inteligencia al fanatismo y morían como herejes, como héroes. Pero en el tiempo del despilfarro abundaron los libros de editores espurios, cajas, juntas, diputaciones, delegaciones, ministerios, libros para amigotes, camaradas, libros chorras, libros propaganda, libros sin sentido, libros caros de calidad barata, innecesarios, Libros que llenan silos para que Alicia siempre disponga de material para sus cataratas tan altas como quiera. Decidme de qué ventanas salmantinas puede salir chorro y chorreo, yo sé de algunas que guardan con vergüenza pilares de libros muertos. Bueno sea el reciclaje que hacen los artistas de lo que en un tiempo era tesoro escaso.