OPINIóN
Actualizado 25/01/2014
Andrés Alén

No sé si me he levantado con pocas ganas de leer o es que he visto que poco a poco los vetustos libros se van apoderando de cada rincón de la casa, o que sencillamente me he pasado por la galería de Adora Calvo y la exposición de Alicia Martín me ha inducido otra forma de mirar mi biblioteca, menos amable, desde luego, sin llegar de momento menos mal a considerar a los libros como bichos. Los sacrosantos libros.

Enseguida recordé a John Latham y su conocida serie Film Star (1961) de grandes collages confeccionados con maltratados libros, como un ataque a la autoridad consagrada por el papel.

Latham, siempre tan activo y activista nos dejó una memorable anécdota, en realidad una performance, que fue motivo de su expulsión del St. Martin's School londinense, simplemente por no devolver un libro a su biblioteca o devolverlo en distinto estado en que lo sacó. Se trataba de un ejemplar de Arte y Cultura, Clement Greenberg, que si de autoridad consagrada se trataba este era autoridad ejemplar. Con sus alumnos arrancaron sus páginas y a trozos masticaron y salivaron tantísima enseñanza para escupirlas después en un recipiente. Amasado el bolo alimenticio obviamente  en forma de bola, se quiso devolver a los estantes, pero, ocasionó un ERE inmediato del artista, que solo tuvo que esperar unos años para ver esta obra de rumiantes y lo que simbolizaba expuesta en el MOMA con todo honor. Alguna vez he pensado si la lectura en esas salas silenciosas del Estudio tiene también algo que ver con el rumiar.

Alicia Martín siempre ha trabajado su obra con los libros, con el exceso de libros se diría, fotografía,  video,  escultura, instalaciones en interiores o urbanas, estas últimas son las que le dieron un buen protagonismo en los medios. Esas cascadas de libros vomitadas desde las ventanas de nobles edificios, bellas composiciones de inteligentes fluidos, de memoria no medida en gigas de historia de la humanidad. Su trabajo dice Alicia que "No pretende mandar un mensaje, sino más bien sugerir. Tiene que ver con la memoria de todos que está en los libros. Pero también con el exceso de información en el que vivimos".

La exposición en Adora es más callada, las piezas esféricas de libros formalizan una escultura más clásica, tanto que  se han pasado unas de ellas al bronce, tan desterrado últimamente en la nueva escultura, y juegan al contraste con el colorido de las otras apareciendo ante ellos como libros quemados, fósiles de cenizas de una hoguera que consumía granparte de nuestro saber. Una foto de unas manos rompiendo algún tratado, aparenta una violencia personalizada contra lo que representa amenaza, pero en general toda la muestra no delata ningún motivo para pensar que Alicia no tenga una relación amable con los libros, sospecho más bien que su tratamiento delata  una relación entusiasta con esa materia genuina de su arte. Aunque uno piense que la mejor, la más suave caricia que se puede hacer a un libro es leerlo.

No puedo retraerme, hablando de libros y arte a aquel simulacro de librería de Manolo Valdés que vi en la Galería Marlborough y años después reencontré en Salamanca cuando en el Palacio de Congresos se realizaban interesantes exposiciones y aquello palpitaba. Solo unas maderas con alma de pergamino.

Alicia Martín hablaba de exceso de información que es discutible exceso si es buena información, pero yo también quiero hablar de exceso de libros, exceso de libros muertos. Porque vimos en tiempos indeseables quemas de libros vivos, que amenazaban con su viva inteligencia al fanatismo y morían como herejes, como héroes. Pero en el tiempo del despilfarro abundaron los libros de editores espurios, cajas, juntas, diputaciones, delegaciones, ministerios, libros para amigotes, camaradas, libros chorras, libros propaganda, libros sin sentido, libros caros de calidad barata, innecesarios, Libros que llenan silos para que Alicia siempre disponga de material para sus cataratas tan altas como quiera. Decidme de qué ventanas salmantinas puede salir chorro y chorreo, yo sé de algunas que guardan con vergüenza pilares de libros muertos. Bueno sea el reciclaje que hacen los artistas de lo que en un tiempo era tesoro escaso.

Sirvieron de bello pórtico a Chema Madoz

De Templo

De torre de Babel, Buenos Aires, por supuesto

De arma

De escoba

De sueños

 

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