OPINIóN
Actualizado 22/01/2014
Isabel Nieto

El invierno de la meseta sigue su curso de frialdad, con lluvias e, incluso, algunas fuertes nevadas. Como nosotros,  que  seguimos el curso de la vida, de esta existencia que se desenvuelve en un caos de vértigo. Es un mundo de locura: la mayoría de las veces, estúpida.

Una, que ha sido siempre persona de cafés, cigarros y tertulias, se siente un mucho agobiada por un ritmo vital que detesta. Soy amante de la tranquilidad, del tiempo empleado en una buena lectura, en una tarde de teatro, en una agradable conversación con los amigos en cualquier café o simplemente, de cerrar los ojos y soñar. Estas son mis distracciones preferidas. Son los ratos en que me siento más viva, en mayúsculas. Y son ellas la que me permiten meditar, pensar, reflexionar. Me despiertan el interés por todos y por todo. Nada del mundo me es indiferente. Amo y detesto. Sí, la alegría de un crío o la mirada cariñosa de un anciano me despiertan la esperanza y las amo y las disfruto y me hacen sentir la vida, pero también está la crónica negra, la denostada, la que no deberíamos tolerar ni consentir pero que ahí está.

Acaba de caer, sí, por casualidad, en mis manos el Informe Oxfam que recoge en 15 cifras el gran avance de la desigualdad. Lo he leído y me ha dado repugnancia el ser humano (algunos seres humanos, para ser precisos). La conclusión del informe es clarísima: cada día los ricos (los de verdad) son mucho más ricos y los pobres más, pero mucho más pobres: la mitad más depauperada del mundo posee la misma riqueza que las 85 personas más ricas del planeta; por acercarnos a nuestra realidad, el informe indica que los 20 más ricos de España  igualan los ingresos del 20% más pobre. Esa es la verdad, el caos de vértigo, de locura y de mierda en el que nos toca vivir.

Pero lo peor es que nos quieren convencer de que no es posible otro mundo, que ha de ser así y sin remedio. Y amigos, esta es la gran mentira de nuestro mundo, de nuestro hoy, 24 de  enero de 2014, y que llevan desde hace años inoculándonos a través del control de las más sofisticadas  medidas: televisión basura, empobrecimiento de la educación pública, control de la prensa, y todo ello a través de sus "lobbies",  que son esa "mano invisible" que gobierna los mercados, o sea, que  controla el ámbito político y económico. Y lo peor es que están alcanzando su objetivo: una población poco crítica que está aceptando sus principios, haciéndola creer que este mundo es el mejor de los mundos posibles, y además tienen la cara dura de sostenerlo sin que les tiemble la voz.

Pues, NO, ni es bueno sino que es peor, y SÍ, es posible un mundo mejor, con un reparto equitativo de la riqueza: pero no tenemos que dormirnos, no tenemos que dejarnos anestesiar por quienes nos controlan (que no son las caras y nombres que conocemos, esos son sus fieles sirvientes), los verdaderamente poderosos, la "mano invisible": en fin de cuentas, como dijo alguien sabio, nuestros silencios son responsables de los infiernos que nos rodean.

Si la sociedad no toma medidas exigiendo a los servidores públicos que cumplan con quienes los hemos elegido, que atiendan al interés de todos, con honradez, no dejándose corromper por los poderosos, estaremos contribuyendo a construir un mundo invivible para la mayoría y maravilloso para unos pocos. Y nuestra obligación, como ciudadanos responsables, es exigir a nuestros gobernantes que cumplan de verdad  con  la tarea encomendada y si no pueden o, mejor, no quieren, a la calle y sin tratos de favor a su trabajo o al paro, como lo que son, ciudadanos como todos. Aunque ellos no se lo crean.

 

 

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