OPINIóN
Actualizado 22/01/2014
Toño Blázquez

Hoy mismo le quitamos las telarañas a un poeta cuya obra descansa en los anaqueles del olvido o se asoma periódicamente, quizá, a los exámenes de literatura de los estudiantes: Jorge Guilén, pucelano él de nacencia pero viajero incansable por Europa y América, malagueño de adopción, fue muy amiguete de otro de los grandes, el llamado "poeta del amor" Pedro Salinas, con una vida amorosa propia de un espadachín colega del capitán Alatriste. Poeta "tiquismiquis" este Guillén, un tipo perfeccionista hasta el minimalismo poético, fue un alumno aventajado de Juan Ramón Jiménez, el "tocapelotas" que más pegas puso a los de la Generación del 27, que inventó aquello de la "poesía pura" y que escribió cosas tan tiernamente hermosas como "Platero y yo". El maniático y enfermizamente quisquilloso Juan Ramón se ganó la animadversión de variados colegas por sus malicias y desprecios varios (consideró a León Felipe como "el mejor de los peores" y describió de forma insultante a Antonio Machado).

Guillén escribió mucho sobre lo hermosa que es la vida y sus circunstancias edificantes pero cuando la Guerra Civil le demostró que andaba el hombre con el paso cambiado, tornó a la cruel realidad. Así escribió primero "Cántico" y después "Clamor". Una curiosidad: en 1970 escribió Guirnalda Civil, que como se te  lengua la traba un poco te sale Guardia Civil.

Pues bien, hoy mismo vamos a hablar de Jorge Guillén en el XXX aniversario de su muerte en el Ateneo de Salamanca. Y el próximo jueves le toca el turno al poeta que desahució del abecedario la "g". El borrico pequeño, peludo y suave tendrá una veintena de lectores en una lectura colectiva para celebrar el centenario de su publicación.

Desempolvamos grandes poetas y hacemos los honores pertinentes que merece su obra.

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