"Lo mejor de una mujer es el recuerdo de otra", decía mi amigo el cínico a lo que yo le contestaba que con los políticos pasa lo mismo; lo mejor de un político es el recuerdo de otro.
Me hacía yo el otro día esta reflexión viendo el lío interminable, el patio de Monipodio en que está convirtiendo Rajoy la cosa del común, vamos la cosa esta que antes se llamaba España y que, a pesar de ser básicamente una idea como decía D. Benito Pérez Galdós, el gran constructor del nacionalismo español, se está convirtiendo, por mor de la clase política, en una idea tristona, extravagante y hasta tirando a peripatética (no en el sentido Aristotélico, claro está, sino en el sentido ridículo de la palabra)
Pero esta idea también es el solar de lo común, de lo que nos atañe a todos, y hay que ver cómo lo están dejando.
Decir que lo mejor de la clase política sean otros políticos, la verdad es que parece una pirueta mental, pero, para pirueta, con salto mortal incluido, la de Mariano asegurando, sin que nadie le ponga la camisa de fuerza, que tiene ocho fórmulas ? nada menos ? para conciliar el concepto indivisible de la nación española con la nación catalana que propone el Estatut (¿?)
Por cierto, yo no sé a ustedes pero a mí, desde el preámbulo, ya me pasa como cuando escucho a Wagner, ¡que me entran unas ganas de invadir Polonia!?
En fin, volviendo a mi amigo el cínico, él me retrucaba: "Pues anda, que con los presidentes? ¡No te digo nada!"¡Y qué razón tenía!; El Registrador (de la propiedad, no vayan ustedes a pensar mal? aunque todo se andará) cada día nos hace añorar más al Aznar que nos colocó en los centros de decisión de la política europea, que nos dio peso y pujanza en el concierto internacional y saneó nuestra ahora tambaleante economía.
No, por supuesto, al Aznar aquejado, como ahora Mariano, del síndrome de la Esfinge, y que necesitaba, al igual que nuestro actual Presidente, que un funcionario vestido de romano, hiciera el papel de "Insultator" recordándole que era mortal.
Por cierto, me ofrezco voluntario.