OPINIóN
Actualizado 19/01/2014
Jesús Garrote

Las mías todavía son más pequeñas. Pero sí me toca asesorar a muchos padres y lidiar con muchos de esos hijos legalmente autónomos. Porque se hagan mayores de edad no los dejamos de querer, ni ellos a nosotros, el cariño no es condicional y no depende de la voluntad, es el misterio y la maravilla de los sentimientos. El problema comienza cuando los sentimientos nos impiden reconocer realidades o conductas que perjudican a nuestros hijos y de las cuáles no debemos ser cómplices económicos, ni aceptar chantajes psicológicos. Esto es fácil de ver en los hijos de los demás.

Actualmente la casuística es muy amplia y cada persona y familia es diferente a las demás. De todos modos cuando nos diga que él hace lo que le da la gana podemos estar de acuerdo casi siempre y cuando no lo estemos, no debemos financiarle el capricho o no le permitiremos realizar tal acción en nuestra casa.

A los dieciocho años deben estar estudiando o trabajando con responsabilidad. Si están en paro deben demostrarnos que entregan un mínimo de currículum a la semana, comparten las tareas en la casa donde viven y siguen ampliando sus competencias profesionales realizando cursos del ECYL o  Formación  Profesional.

La vida es más que el trabajo. Deben levantarse a una hora razonable y mantener un hábito de vida, hay que aprender a vivir con lo que se tiene y priorizar los gastos que tengan que desembolsar sus padres. " El hijo se levanta a las 14:00 no hace nada y la madre de sesenta años  limpia portales doce horas al día y hace todo lo de la casa, es viuda y dice que a su hijo no le faltará dinero para una copa mientras ella viva".

No hay disculpa para la falta de respeto. Aunque suponga un gran esfuerzo, a pesar del nivel de paro  seguimos siendo soberanos de nuestra vida y se puede estar en casa de los padres hasta los treinta, no hay por qué avergonzarse, pero no se puede tiranizar a las personas con las que vivimos y a las que queremos.

Se puede pedir ayuda, se puede denunciar y se puede cambiar la cerradura. Eso no significa que no queramos a nuestro hijo o hija o que ellos no nos quieran a nosotros, significa que en esos momentos nos ha superado una situación que puede cambiar.

"En una ocasión un padre murió en un accidente al ir a pagar una deuda de drogas de su hijo mayor de edad, la madre le dijo que o iba a un centro a curarse o se tenía que  ir de casa, lo tuvo que echar y después de varios meses en la calle con muchas críticas de los vecinos y familiares hacia la madre  aceptó la terapia y hoy es un feliz padre de familia. Con tristeza me decía la madre que si no se muere su marido  pierde a su hijo,  él no habría sido capaz de echarlo de casa porque era muy bueno".

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