OPINIóN
Actualizado 18/01/2014
Aníbal Lozano

Cada día/ me acerco más a mi esqueleto./ Se está asomando con razón./ Lo metí en buenas y en feas sin preguntarle nada,/ él siempre preguntándome, / sin ver cómo era la dicha o la desdicha,/ sin quejarse, sin/ distancias efímeras de mí./ Ahora que otea casi/ el aire alrededor,/ qué pensará la clavícula rota,/ joya espléndida, rodillas/ que arrastré/ sobre piedras/ entre perdones falsos, etcétera./ Esqueleto saqueado, pronto/ no estorbará/ tu vista ninguna veleidad./ Aguantarás el universo desnudo." Este poema que el martes publicaba EL PAÍS, se lo entregó en octubre pasado  Juan Gelman a Joaquín Sabina en México. ¿Su legado? ¿Su memoria? Es absurdo hablar de ello en un hombre cuyo legado participó siempre de su memoria como  la dignidad por mantenerse frente a la torpeza humana, la insidia y la corrupción que viene tras el ocultamiento. Hasta que no leí su poesía uno seguía siendo parte de otro, y su incapacidad para rebelarse desde la pacificación ante tanta ruindad. Bien, debo a una buena profesora de la USAL  María Ángeles Pérez López, espléndida voz en la poesía española, esa imprescindible lectura de Gelman,  además de su generosa presentación que nunca olvidaré durante la entrega del Premio Reína Sofía.

He aquí la fortaleza de Gelman sobre el relato de hechos que hace María Ángeles Pérez López: en 1976, el 24 de agosto, la dictadura militar secuestra a sus hijos Marcelo Ariel, de veinte años, y Nora Eva, de diecinueve, y a su nuera María Claudia García Irureta Goyena, con sólo diecinueve años y embarazada de siete meses. Marcelo y María Claudia nunca volverían a aparecer con vida. Ambos permanecieron en el centro de detención Automotores Orletti de Buenos Aires, hasta que María Claudia fue trasladada a Uruguay. A Marcelo y a otros siete "desaparecidos" en el mismo centro clandestino los asesinaron, los metieron en sendos tambores de grasa de 200 litros rellenados con cal y cemento y los arrojaron al río San Fernando. Un suboficial de la Prefectura Naval que vio cómo los arrojaban, creyó que se trataba de un operativo de la guerrilla, de modo que sacaron los tambores, descubrieron los restos y los enviaron como NN al cementerio de San Fernando, donde fueron inhumados 13 años después gracias a las investigaciones del Equipo Argentino de Antropología Forense. Había sido asesinado el 13 de octubre de ese año con un tiro en la nuca a menos de medio metro. En Montevideo, María Claudia fue trasladada a la sede del Servicio de Información y Defensa. A fines de aquel año, fue internada en el Hospital Militar, donde dio a luz una niña que luego fue entregada a la familia de un policía. Poco después habría sido trasladada al Batallón de Infantería 14, en la localidad de Toledo vecina a Montevideo, para darle muerte y desaparecerla definitivamente.". Juan Gelman pudo encontrar a su nieta hace tan solo unos años y en esa mirada triste de quien ha seducido la vida mirándola de frente le vimos grabada una sonrisa. Verdad es.

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