OPINIóN
Actualizado 17/01/2014
José Ramón Serrano Piedecasas

Me contaron hace días una anécdota sobre el Pepe Mújica. Un periodista le pregunta con asombro cómo pudo resistir tanta y tan mala cárcel sin enloquecer y el Pepe le contesta: "galopando hacia adentro". Galopar hacia adentro, no traicionar tus principios. No sólo el Pepe galopó, también otros cientos de sus compañeros lo hicieron en cárceles y cuarteles. Así sucedió también con sus familiares y las decenas de miles de uruguayos que tuvieron que exilarse del país. De los tres millones de personas que habitaban en la década de los setenta la Banda Oriental casi un millón sufrió directamente las perversas consecuencias de la dictadura militar. Todos ellos pelearon por cosas elementales que se les negaba: trabajo, justicia, educación, vivienda, honradez en la gestión pública.., y tuvieron a la postre éxito. Al menos lo tienen hasta la fecha.  En España, entretanto, los únicos que galopan son los ciudadanos por las calles de sus ciudades. Ciudadanos engañados, estafados, esquilmados, cabreados y empobrecidos. Entretanto, en España, los que para nada galopan son nuestros políticos. En el fondo me temo les de igual las penurias sociales que están sufriendo los españoles. Lo único que les preocupa es sobrevivir y conservar sus privilegios corporativos. Ellos, poco después de la mal llamada transición se han convertido en profesionales. "Ya escampará", se dicen hoy unos y otros. Ellos carecen de principios y por eso no pueden dirigirse al jinete del pueblo, al caballo cuatralbo al caballo de espuma y decir: "¡A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar¡"

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