OPINIóN
Actualizado 16/01/2014
Juan Robles

Pasadas las fiestas de Navidad, volvemos a la vida ordinaria, al tiempo ordinario diríamos desde el ámbito litúrgico de la Iglesia. Pero este nuevo tiempo se caracteriza por las dificultades de volver a recuperar el tono de la economía normal, ya que las arcas han quedado exhaustas y hay que ajustarse el cinturón, ponerse a dieta corporal y moral, vivir la austeridad más o menos obligada.

La cuesta de enero, esa es la expresión que empleamos. Y es una cuesta de enero dentro de la cuesta continua de nuestra crisis económica y moral.  ¿Y cómo superar esas crisis? Pues seguramente a base de austeridad y de control, de renuncia y superación.

Es tiempo también de mirar hacia otros lugares y situaciones: de enfermedad, de hambre, de pobreza, de inmoralidad. Es tiempo no sólo de austeridad sino de solidaridad, de interés por los demás, de mirar hacia atrás, a los que están aún peor que nosotros.

Dentro de ocho días celebraremos una fiesta de solidaridad, en la que los protagonistas son los niños. Ellos adquieren fácilmente esas actitudes de compasión, de cercanía, de compartir con los que necesitan más que ellos. Éste es su lema, el que con ayuda de sus educadores y catequistas tratan de llevar a la práctica: "Los niños ayudan a los niños". La campaña nos habla de revoluciones, la revolución de los niños, que nos marcan la esperanza de comenzar a forjar un mundo nuevo. Ese mundo de fraternidad que sólo los más jóvenes pueden poner en marcha. Un vídeo de propaganda de la campaña así lo proclama con el título de "La revolución de Jeferson", un niño necesitado que vive en América Central, y al que pretenden ayudar aquellos niños que lo han conocido.

Sí, confiamos en la buena disposición de los pequeños protagonistas de la solidaridad de la tradicional Santa Infancia, o con el nombre actual de la Infancia Misionera. Con esa ingenuidad infantil y ese corazón generoso abierto a otros niños más necesitados, tendremos confianza de superar la cuesta de enero y las demás cuestas del mundo, de las que es más difícil salir sin que nos pongamos todos a una a empujar en busca de la solución que procede de los gestos fraternos. Vamos a empeñarnos todos, junto con los pequeños protagonistas, en superar nuestra cuesta y todas las cuestas del mundo.

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