OPINIóN
Actualizado 15/01/2014
Toño Blázquez

Me paso más de ocho horas al día detrás de un mostrador. Tengo una tiendita mona, que acicalo como Dios me da a entender. Tengo varios  cursos de escaparatismo pero, aunque pillo ideas, lo cierto es que una cosa es predicar y otra dar trigo. Es una colchonería. Una vez me dijo el profesor que pusiera en el escaparate a una pareja en la cama, para llamar la atención y eso. No lo vi claro, la verdad sea dicha. Por aquí por el barrio del Rollo hay una melancolía en el aire similar a la mirada de un buey. Hace años que cerró una hermosa tienda de flores, luego, al lado, el sr. Antonio se jubiló y traspasó el bar, cuna y alambique de buenas tapas y surtida parroquia; pasaron un par de nuevos inquilinos sin mucha idea del sacrificio laboral pertinente y finalmente cayó uno del oficio y engrasó como es debido la maquinaria, pero la tienda-kiosko cerró hace un mes y la melancolía engorda un día sí y otro también. El vecino de la tienda de fotos  decía el otro día que con esos alquileres no hay cristiano que aguante. Y lleva razón, a lo mejor algún musulmán? no sé.

El caso es que cuando vuelvo a casa al mediodía y observo nadar los fideos en el estanquito del plato, alzo la vista a la tele y el gobierno dice lo bien que va lo de la prima de riesgo y sonríen los políticos para darnos ánimos.

Vuelvo al tajo y miro el escaparate del bazar chino de enfrente. Hasta el perro sentado colocado encima de una mazorca de flores, al lado de tres vistosos enanos de jardín, ha dejado de menear el brazo arriba, abajo, arriba, abajo? Algo grave pasará porque ese bicho nunca paraba. Debe de haber entrado en un chok melancólico también. Eso va a ser un virus.

 

 

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