OPINIóN
Actualizado 14/01/2014
Félix Torres

Como todo el mundo, o casi, comienzo el año con firmes propósitos que intentaré cumplir.

Quisiera? Voy a? A partir de ahora? ¡No! ¡Este año no me vuelve a pasar! Este año, voy a conseguir cumplir conmigo mismo. Por eso?

Me propongo seguir vigilando, pero de lejos como siempre, ese colesterol que, ajeno a crisis salvo las propias de la edad, cotiza cada día más alto, que parece como si la ministra del ramo en lugar de pasarse por Panamá a echar una mano al Sacyr del Canal, hubiera pasado por mi consultorio del Sacyl de la Alamedilla para animar mis analíticas. Por eso, ahora que es tiempo de matanzas, sé que me será fácil cumplir el íntimo compromiso de acercarme cada vez que pueda a unas raspas de jamón resudado, a las chichas y torreznos, con devoto compromiso.

A partir de hoy mismo, me planteo seriamente dejar ese gimnasio al que, en el año recién consumido, únicamente acudí el día de la matrícula y del que no pasé más allá del mostrador de bienvenida, que tenía el coche con los intermitentes puestos y el "multacar" siguiéndome los pasos. ¿A quién se le ocurre poner un gimnasio en la Avenida de Portugal? ¡Hay que ser malaje! Así, lo de bajar la talla de un pantalón que hace tiempo dejó de necesitar cinturones, no será más que un vago recuerdo de intenciones ya caducas.

Del resto de propósitos, buenos propósitos, poco tengo que decir, pues ya se encargan otros de que se vean cumplidos sin el menor esfuerzo por mi parte. Seguiré con mi estresada vida, sin apenas tiempo para compartir con la familia; veré cómo mi cartilla sigue, como siempre, tan roja por fuera como por dentro; intentaré llegar a tiempo a trabajar, si es que me dejan? trabajar; y viajaré, viajaré todo lo que pueda a los más exóticos parajes, mientras no me despierten mis propios ronquidos. Que no sé qué tiene mi sillón que siempre me provoca unos ataques de apnea que mandan al traste mis mejores sueños. ¡Envidioso!

¡Eso sí! El coleccionable semanal que me permitirá llenar varias estanterías con todos los modelos de balón utilizados oficialmente por las federaciones mundiales de balonpié ?o ¿será balompié?? ¡Mejor lo dejo en fútbol!?, en versión miniatura, al módico precio de tres euros por entrega, me comprometo a comprárselo con fidelidad religiosa a Román, mi quiosquero de toda la vida. ¡Ah, no! ¡Que esto es en septiembre! Pues, para entonces, ya hablaremos.

Me propongo, ahora sí, firmemente dejar para mañana todo lo que podría haber hecho hoy, que prefiero pecar por defecto. Y de eso, de defectos, tengo tantos que me asoman hasta por las costuras de los calcetines.

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