OPINIóN
Actualizado 14/01/2014
Alberto López

Hace unos días me topé con un cartel, bien visible, en una de las ventanillas de atención al paciente de un centro de salud de Madrid con el siguiente mensaje: "Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo". Aristóteles.

Cuántos enfados, malos humos, broncas y desesperaciones, pensé, habrán tenido que aguantar esas personas para colgar ese significativo cartel que, al menos, te hace replantearte las formas al dirigirte a ellos para realizar una queja.

Acto seguido recordé las ocasiones en las que, por conocimiento directo de un familiar o de alguien cercano, me habría yo saltado el cartel en los últimos meses en la sanidad pública, y aquí va el resumen:

Caso 1: cita con el ginecólogo. Embarazo de alto riesgo. Primera persona de la consulta y sala de espera llena. El médico llega más de 30 minutos tarde. Dialoga, gesticula y ríe con otro médico y al interpelarle por el retraso asegura que viene de tomar un café y que no hay prisa, que se tranquilice?

Caso 2: una operación inminente se convierte en seis meses de espera. Ante la queja, la respuesta es que había otro expediente con el mismo nombre y de ahí el error?

Caso 3: fractura de muñeca. La cita para la rehabilitación llega cinco meses después de la operación. Si esa persona no hubiese acudido a la fisioterapia privada tendría la mano atrofiada e inmovilizada. Recibió 15 sesiones de rehabilitación en el hospital y adiós muy buenas, pero tuvo que seguir yendo al fisioterapeuta privado porque ni mucho menos tenía el alta real?

Caso 4: llamada del hospital para programar la fecha de una resonancia magnética cuando a esa persona la iban a operar a los tres días. A pesar de ser un caso "urgente" en todos los informes, prefirió hacerse la prueba y pagarla ante las expectativas de hasta un año de espera que le daban?

Hay alguno más, pero seguro que todos conocemos casos cercanos que consideramos injustos. En alguna de estas situaciones me consta que se puso la queja correspondiente, pero no sirvió de nada. Buenas palabras como mucho y corporativismo y defensa a ultranza de la organización interna.

Está claro, por tanto, que algo falla, y más de un tiempo a esta parte, en la sanidad pública. Nadie pone en duda la profesionalidad de los médicos, pero la falta de medios humanos se traduce en un peor trato, en un ambiente de trabajo enrarecido y en despropósitos como los narrados, menos graves, eso sí, que otros que acaban en los tribunales.

Es bueno que la Filosofía esté y se aplique en todos los ámbitos de la vida, pero hace falta mucho más que un cartel con una buena frase de Aristóteles para gestionar bien la salud de las personas.

 

 

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