OPINIóN
Actualizado 11/01/2014
Aniano Gago

Pasear por el centro de las ciudades de Castilla y León se está convirtiendo en una descarga de nostalgia que con el tiempo se puede convertir en melancolía. Locales y locales cerrados, comercios que han echado el cierre, bares que se han sido abandonados por sus clientes y cada día menos gente de paseo. La crisis ha dado la vuelta a la vida del centro de las ciudades como si los viejos burgos quisieran reconvertirse en despobladas aldeas rurales.

Seis años de desastre han sido lo suficientemente duros como para cambiar la cara de Salamanca, de Valladolid, de Zamora o de León. En todas nuestras capitales, y por supuesto también en los pueblos medianos y pequeños, la falta de consumo está haciendo estragos. Viejos comercios, antiguos negocios que parecían eternos, se están viniendo abajo como si los hubiera arrasado un tsunami. Las ciudades, sus centros, esos lugares que forman parte intrínseca, indisoluble, de sus habitantes, ya no son los mismos. Por supuesto que hay zonas de excepción, como la inigualable plaza mayor de Salamanca, pero eso no quita que los aledaños, que las calles contiguas, estrechas, llenas de historia y de encanto, estén muriendo.

En Valladolid acaba de desaparecer el histórico cine Roxy, que se une a otras defunciones anteriores de salas entrañables donde ya no nos quedará ni Casablanca ni París. En Salamanca, ídem de lienzo, que decía mi padre. De hecho, cuantos menos habitantes tienen las ciudades, más sufren esta sangría. Otras poblaciones, como Madrid o Barcelona, se resienten, pero resisten el acoso de la soledad con turistas y más turistas. En Barcelona, además, han tenido la brillante idea, ya puesta en marcha hace varios años, de valorar los comercios y tiendas antiguas, hasta el punto de colocarles una placa recordatoria en la acera, a la entrada, para decirle a los clientes y visitantes que allí hay mucha historia concentrada. Barcelona, y los catalanes, nacionalismos e independentismos aparte, siempre son una buena referencia.

El comercio de proximidad, que es como les gusta llamarlo a los profesionales del sector, está sufriendo como nunca. La falta de consumo y la competencia tremenda de las grandes superficies, normalmente ubicadas en las afueras de las ciudades, o en los alfoces, como se vuelve a decir ahora para recordar esta palabra recobrada, están arrasando el centro ciudadano. El espectáculo es lamentable, muy triste, y lo peor es que parece imparable. Ni las rebajas, ni lasofertas conjuntas de las tiendas, ni los esfuerzos de las asociaciones de comerciantes, ni nada, pueden acabar con esta sangría. Las autoridades competentes, e incompetentes, cada cual en su lugar, algo deberían hacer. Al menos crear leyes de protección por la vía cultural, turística o sentimental, o la que sea, todo con tal de que las ciudades, sus centros, no sean pasto de los fantasmas.

Y esta es otra: como nuestros jóvenes tienen que emigrar de España en busca detrabajo y cada día se procrea menos, esas ciudades son paseadas en su mayoría por personas mayores, que bien que se merecen el descanso, por supuesto, y el disfrute, pero son ellos mismos son los primeros en reclamar más juventud, divino tesoro, que decía Rubén Darío.

Así las cosas, la decadencia que ha traído esta maldita crisis, toca a todos, por la vía del bolsillo o por el ejercicio de la soledad. Las ciudades deben recobrar el aliento, y nosotros debemos dárselo. Hay que buscar nuevas fórmulas, generar otros alicientes. Porque ahora, que encima están restauradas en su mayoría, ¿van a ser sólo silencio?. Pues no, todos tenemos metidos en el alma una ciudad, o dos, y somos parte de ellas, por eso debemos levantar la voz para recobrarlas.Aquí queda la mía.

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >Un fantasma recorre la ciudad