OPINIóN
Actualizado 09/01/2014
Marta Ferreira

Que este país nuestro está enfermo, es por desgracia una realidad: resulta cada vez más complicado salvar a cualquiera de las instituciones del Estado de una crítica feroz, parece que a esta España nuestra no hay por donde cogerla. Ha aumentado el número de delitos de un tiempo a esta parte y no sorprende: las épocas de crisis, cargadas de miseria, inducen al delito a aquellos que por desgracia, y necesidad, se ven en situación de desamparo.

La ciudadanía se asusta ante el crecimiento de hurtos, peleas?porque demanda sensación de seguridad cuando pasea por las calles, y a la mayoría les parece lenta y benévola la justicia con estos delincuentes que nos obligan a tener ojos en la nuca. Bien, es cierto que a cualquiera le preocupa que asalten su casa, le den un tirón del bolso o le roben la cartera en el metro y exige, de quienes nos gobiernan y velan por nuestra seguridad,  un ejercicio contundente de las medidas previstas para garantizar nuestra tranquilidad.

Distraídos tal vez por constantes noticias de carteristas y otros delincuentes de poca monta, pero que nos afectan en nuestra cotidianidad, exigimos justicia y escarmiento y mientras tanto,  pasamos por alto a los que, por posición, apellidos, vinculaciones políticas?están paseando sus estampas (no entre nosotros, claro está, que somos la plebe) como si con ellos la ley no fuera.

La palabra indulto empieza a ser familiar para todos nosotros porque parece haberse puesto de moda este recurso que, señores, no olvidemos, es una medida excepcional que ahora parece que políticos y famosos utilizan sistemáticamente tras la comisión de delitos por los que la mayoría de los mortales, no lo duden, iríamos a prisión. Pero los indultos han de estar motivados en criterios objetivos (contenido injusto del hecho) y subjetivos (grado de malicia referido a la culpabilidad por el hecho cometido) y? ¿qué quieren que les diga?  Empieza a resultarme insoportable la utilización del mismo por personas que manifiestamente han delinquido amparándose en sus privilegiadas posiciones, y me desvela.

Sí, que desvalijen nuestras casas o nos limpien la cartera nos inquieta sobremanera? pero ¿no hemos de alarmarnos más porque estos "VIP" pretendan (y aún más grave, consigan, a veces) eludir la responsabilidad penal por sus propios hechos? Las leyes nos obligan a todos y a todos han de someternos.

Como ciudadana exijo igualdad ante la ley, pilar fundamental de nuestro Estado Social y Democrático de Derecho, y justicia, que supone que el Estado garantice que los delitos sean juzgados y castigados con la pena que se merezca el infractor  de acuerdo a la ley vigente y teniendo presente que la justicia no mira a quién debe juzgar para actuar de manera arbitraria sino todo lo contrario. En palabras de Rawls: "La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales".

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