El tema central de esta semana no puede ser otro que el de la Navidad. Evidentemente, para los creyentes es una fiesta de primer orden, independientemente del modo como se celebre y de la parafernalia con que a veces la revistamos desfigurando el verdadero y original sentido religioso cristiano.
Pero la Navidad, con el anejo del Año Nuevo, con cuyos buenos augurios se suele relacionar, es un acontecimiento de alcance mundial y que no deja indiferentes ni siquiera a aquellos que no tienen como prioritario el sentido religioso. Nuestros misioneros son testigos de que las celebraciones navideñas tienen una dimensión especial en cualquier parte del ancho mundo.
Después de 2.000 años de Navidad, esta fiesta sigue porque la Navidad es siempre nueva, es como la primera, es la fiesta de la vida. La invitación es para vivir la Navidad con el asombro de los primeros protagonistas: María y José, los ángeles, los pastores y los magos? ¡Vivir la Navidad verdadera es un don que nos ubica en la realidad de las cosas! Abiertos a la novedad de las sorpresas de Dios, sin quedar cautivos de la rutina. Más allá de los regalos efímeros o de los programas de vacaciones.
Un compañero misionero nos comunicaba hace poco la novedad de su experiencia misionera reciente: "La de este año va a ser mi primera Navidad en Vietnam, país donde la gran mayoría de la población es budista; los católicos no alcanzan el 10 por ciento y la van a celebrar con fe y amor, aunque después a muchos les toque ir a trabajar, por ser día laborable. Navidad es una fiesta cristiana contagiosa, atractiva para todos, porque es la fiesta de Dios que se hace niño. Me dicen que a las Misas de la noche suele participar también un buen número de no católicos, atraídos por la fiesta, la ceremonia, los cantos, por su religiosidad natural y, aún más, por el Espíritu que obra en su corazón de manera misteriosa pero real. La ciudad de Ho Chi Minh (la antigua Saigón), donde estoy viviendo, se está vistiendo de fiesta no solo en las casas de los cristianos, sino también en los comercios, en otros edificios y calles, como en cualquier país de mayoría cristiana. En los supermercados y en muchas pequeñas tiendas, la música y los adornos son navideños (árboles luminosos, paquetes de regalos, pegatinas de nieve, papá Noel?); sin embargo, entre esos adornos falta el personaje más importante: ¡no se ve al Niño Jesús! Aquí y en el mundo entero la Navidad de Jesús necesita mensajeros: para llegar a los lejanos que todavía no lo conocen, a los que se han alejado, a los que han equivocado su camino? Estén cerca de nosotros o lejos. ¡Es una tarea urgente y apasionante! ¡A ella estamos llamados todos!" y particularmente los cristianos.
La Navidad sigue siendo novedad. Y allí donde hay signos de que aparece algo nuevo que presagia un futuro mejor, allí está presente la Navidad, aunque sea en cualquier momento del año. Uno de esos signos novedosos tuve la suerte de experimentar y gozar el pasado viernes en el CAEM: La puesta en escena del musical "Un mundo en planetas" por parte de alumnos, profesores y padres de la Escuela Municipal de Música y Movimiento de Salamanca, creación de uno de sus profesores, teniendo como base e inspiración el delicioso libro "El Principito". Allí brillaron la novedad de la obra, la juventud de los muchachos intervinientes, la ilusión y entrega de los profesores, el gozo de la multitud de familias asistentes acompañados de sus numerosos niños. Algo realmente nuevo que está naciendo y que merece la pena. Hay señales de Novedad-Navidad.