OPINIóN
Actualizado 26/12/2013
Isabel Muñoz

En estos días navideños tan proclives a los buenos sentimientos y deseos, deberíamos aligerar
siquiera en algo la pesada carga que llevamos en nuestras mochilas personales.

De lo primero que tendríamos que desprendernos es de la resignación. Esa resignación que se ha instalado en nuestras vidas a fuerza de discursos totalizadores, de bombardearnos a diario desde los medios de comunicación, las cátedras, o los púlpitos con proclamas como que no hay más verdad que la de los mercados y la competitividad a toda costa, que no hay más salida para la crisis que la señalada por los poderes políticos y financieros y que somos en buena parte responsables de la situación actual porque entre otras cosas hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. La jugada es perfecta, nos hacen responsables, instalan en nosotros la culpa y solo nos queda la resignación como respuesta. Hay que callarse porque sino todavía puede ser peor. Y nos callamos. Nos callamos aunque estemos perdiendo todos los derechos que se habían ganado a costa de mucha sangre, de mucho sudor y de muchas lágrimas?

La sociedad actual no busca seres humanos que piensen, que reflexionen, que actúen, quiere esclavos sin pensamientos y sin capacidad de acción, autómatas solo estimulados por este o aquel partido de fútbol, o escándalo del corazón.

Estas navidades tendríamos que pedirle a los Reyes Magos que pusieran un poco de rebeldía en nuestras vidas. Una rebeldía que nos devolviera la humanidad usurpada por el tener, que nos impulsara a decir BASTA, hasta aquí hemos llegado, no queremos contribuir con nuestra resignación a tanta podredumbre y a tanto engaño, nos negamos a que nuestras vidas sigan dirigidas por los mercados, los poderes financieros y los partidos políticos que solo buscan el voto.

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