stamos en Navidad, así que comienzo felicitando las pascuas a los cuatro amigos que aún leen estas letras escritas desde la celda. Ya sé que ahora no se estila felicitar las pascuas y es más progre quedarse con las fiestas a secas o el solsticio invernal. Pues muy bien, para gustos se hicieron los colores y cada uno que muestre lo que lleva dentro según considere oportuno. Lo cierto es que estamos en la Navidad, una celebración que supera el hecho religioso y forma parte de nuestra cultura y tradición. Por eso, aun los no creyentes, la asumen como propia y no tienen reparos en tomarse varios días de asueto y empalmar una celebración tras otra.
Sin embargo, de unos años hacia acá, se ha puesto de moda negar la evidencia y celebrar la Navidad omitiendo la palabra que la justifica, que viene a ser lo mismo que poner el belén y hablar del paisaje invernal. Esto en la calle es estulticia, pero en determinados colectivos el imperativo del buen decir obliga a asumir la palabrería que justifique la fidelidad del individuo al grupo. Y las gansadas de lo políticamente correcto, como no podía ser de otra manera, alcanzan el clímax entre los políticos. Con lo de la Navidad los progres suelen empecinarse más en demostrar la cuadratura del círculo, aunque también entre los peperos hay algún espécimen digno de estudio, que los majaderos no se afilian mirando las siglas.
Asumida esta realidad como inevitable, uno agradece que personas normales, con preparación y sentido común, den el salto a la política e intenten abrir las ventanas de las casas públicas para que entre el aire fresco y cambien un poco las cosas. Desde mi modesto punto de vista, el aterrizaje en el PSOE salmantino de Enrique Cabero fue una muy buena noticia. Persona formada, culta, educada, con trayectoria profesional y capacidad demostrada para la gestión? el perfil que todos queremos para quienes nos han gobernar. Y sin embargo, no sabemos qué demonios tiene esto de la política que hasta el más sensato, inevitablemente, acaba entrando por el aro.
Ahí va, a modo de ejemplo, la tarjeta con la que Cabero, en nombre del Grupo Municipal Socialista, transmite a los destinatarios sus mejores deseos para estas fiestas y el año que comienza. Lo de menos es que eluda la palabra Navidad y las fiestas queden sin especificar, abiertas a cualquier tipo de interpretación. Hasta me puede gustar el texto de Mandela metido con calzador, porque el contenido es precioso aunque no pegue ni con cola en un christmas.
Lo que me ha matado, sinceramente, es la ilustración. Si al menos hubiera optado por la cursilería del muñeco de nieve, yo qué sé, quizás todo habría pasado más desapercibido. Pero nada de eso. Para felicitar las fiestas, implícitamente navideñas, ha colocado un retrato de Pablo Iglesias, ni más ni menos. Un retrato que podría servir para ilustrar el cartel de la Fiesta de la Rosa o cualquier otro evento del partido. ¡Pero una felicitación navideña! Y no discutimos la importancia de Iglesias en la historia de España y del partido, que se trata solo de tener un poco de criterio y buen gusto al hacer las cosas. Y cuando hablo de buen gusto no me refiero a la estridencia del colorido, ni al ojo bisojo que le han dejado al Abuelo al copiar de la foto original. No, no van por ahí las cosas. Es solo que tenía a Cabero por una persona coherente y con el criterio bien formado, pero con estos detalles uno acaba pensando que si en lo poco no es capaz de esquivar el aro, qué puede suceder cuando tenga que tomar las grandes decisiones. Al final lo de siempre, que cada día es mayor la sensación de desamparo para quienes seguimos intentando creer en el sistema. A pesar de todo, Feliz Navidad, que estamos en la octava.