Es como un síndrome contemporáneo, una patología moderna, un desorden muy propio de nuestros días. Se trata del "horror vacui". Me explico. La cosa viene del arte barroco. En este estilo, existe un patente deseo de llenarlo todo, de no dejar nada sin decorar: complejas volutas, sofisticadas columnas salomónicas enrevesadas hasta el retorcimiento, angelotes bien gordos y rellenitos? Todo ocupado. Nada vacío? Quizá así esté ocurriendo en mi agenda y lo que es peor, en mi vida? Si te descuidas, ya casi no queda espacio libre, ya no hay posibilidad para el descanso, para el placentero aburrimiento que se torna reflexivo cuando lo dedicas a entrar en ti mismo, ni para una buena oración, de esa que te pone cara a cara con Aquel que te sondea y te conoce, ni para un buen libro (de esos que hay que leer sin prisas, con calma, con tiempo), ni para estudiar una melodía musical y saborear su letra y dejar que te impregne, ni para ponerte enfrente de un cuadro, de una escultura, de un bosque? En el fondo, ya me encargo yo que no quede demasiado tiempo, no sea que en el silencio me vaya a encontrar con mi más profundo yo, con la verdad más verdadera de mi vida y no sea que "sin comerlo y sin beberlo", vaya a toparme con mis zonas oscuras o profundas, con las que no me apetece tomarme un café, ni irme de paseo.
Aconsejo a propósito de esta y otras reflexiones parecidas, escuchar una canción de Luis Eduardo Aute, titulada "es peligroso asomarse al interior" De manera irónica, incluso satírica y mordaz, a mi humilde entender da en el clavo. Estamos (estoy) enfermos de activismo, de ganas de hacer, de llenar la agenda, de justificar que la vida tiene densidad y sentido en un frenesí de extroversión. Ah!, claro, esta actitud se justifica en un par de ideólogicas y envenenadas líneas: "¡es urgente la tarea!", "la mies es mucha y los obreros pocos", "hay muchas necesidades"? Bla, bla, bla? Justificaciones baratas. Hablemos claro. Vamos a pedirle prestada la canción a Fito, sí, el de los Fitipaldis: "Ojalá me hubiera dado cuenta antes, no siempre lo urgente, es lo importante". Claro: "Perogrullo dixit", pero ¡qué verdad es! Qué verdad tan verdadera y qué verdad tan mentirosa cuando la chequeo con mi vida concreta.
Seguimos en Adviento. Terminándolo, a punto de la Navidad. ¡Qué tiempo tan oportuno para parar, descansar, desconectar de tanto activismo y conectarnos al yo profundo, en el que somos habitados por Dios y por todo un poderoso, hermoso y auténtico mundo de sensaciones, emociones, sentimientos que es necesario reconocer, conocer y atender.