OPINIóN
Actualizado 21/12/2013
Juan Antonio González

En Eclesiastés 3, 2, leemos " Todo tiene su tiempo y sazón, todas las tareas bajo el sol :  tiempo de nacer,  tiempo de vivir  y tiempo de morir; tiempo de rejuvenecer y tiempo de envejecer" .

Si centramos nuestra reflexión en "el tiempo de envejecer", es fácil pensar que estamos en la última fase de la vida  de una persona; vida que sólo es temporal y  frecuentemente pensamos es sin esperanza, que demuestra no ser  de nuestra propiedad, nosotros sólo la vivimos un tiempo, pues la vida  "estaba antes, sigue y seguirá estando  después de  nuestra muerte". Y en éste venir  llegar  el  ir,  vivimos la vida compartiéndola  socialmente con otros seres y sólo unas partes de esta, el espíritu (en sus partes psicológica, ética y moral), el pensamiento y la libertad relativa, personal e individual , permiten  a cada ser  interpretar  y  valorar la vida, "su propia vida".

A este respecto  Marañón  decía: "La  niñez es periodo de formación y predomina la obediencia. En la juventud se vive la esperanza y rebeldía.  En la madurez  se realiza el trabajo y en la vejez se vive la adaptación y aceptación". 

Y es en esta época del envejecer, cuando los gerontólogos actuales recordamos y aceptamos las teorías de Lain Entralgo, Rof Carballo, Von Gebsttel, Büchner , Guardini y otros,  que establecen como "lo más esencial del envejecimiento es su carácter  determinante sobre la realidad de la vida en una ambiente problemático social". Al que González Cardenal añade, "que éste  hecho, al ser perceptible  y asumible  en la libertad  del hombre, puede conferir una orientación y modificar la marcha del proceso mismo, del interior de la persona, de su propio "yo existencial  en el momento"  y el proyecto de futuro que en su esperanza tiene pensado realizar y habitualmente se ve influenciado y/o modificado por su entorno, familiar, social, laboral y económico.

De esta forma,  la vida personal es crecer, hacer  y merecer en un entorno familiar, social y económico que le favorece o dificulta alcanzar su proyecto de vida. En cualquiera de los casos, al llegar el envejecimiento,  queda ya en la memoria de cada persona, su trayectoria, que ya es "su historia". Es, a partir de éste tiempo cuando comienza y llega al estado de vejez el deterioro en su  estado mental y cognitivo,  su tendencia a la inmovilidad,  frecuente inestabilidad (en distintos grados), disfuncionalidad  física y mental. etc.  que le encuadran en el grupo de  anciano frágil, y si progresan esas alteraciones, puede pasar al estado de anciano discapacitado o dependiente y  hacen romper el equilibrio de persona anciana activa y sociedad. A partir de éste momento queda el presente basado en "el amor" de la familia y sociedad y concretamente de las personas que la integran hacía sus semejantes ancianos, donde generalmente está integrados los más frágiles, discapacitados o dependientes, en los que solo queda pensar en el amor y tener esperanza. Es en este momento se acepta la involución biológica del ser humano y los valores (favorables o desfavorables) del entorno y es cuando se  entronca, estrechamente unidos  "vejez, ética y amor"  hacía el futuro, con la "máxima dignidad  y esperanza de que la persona humana no puede ser ni vivir solo para la muerte". Finalizo con palabras de González Cardenal "de la vida se desprende y comprende con facilidad y necesidad, de que en el envejecer  se abandona su historia, de haber hecho y haber sido, haber aportado y haber recibido" . La vejez debe considerarse el comienzo, existencia y quehacer de la vida del  infinito y de lo Eterno, mirando la Luz del camino restante, que se "debe vivir en esperanza y con esperanza, de llegar a estar con gratitud y felicidad frente a Dios".

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