OPINIóN
Actualizado 19/12/2013
Juanjo Mena

Antes se consideraba que una persona era analfabeta cuando no sabía leer o escribir, o incluso cuando, aun sabiendo, no era capaz de aplicar este conocimiento en situaciones de la vida cotidiana (analfabetismo funcional). En la actualidad el concepto tiene un sentido todavía más amplio ya que se han incorporado las tecnologías como nuevo lenguaje básico. Los analfabetos tecnológicos entonces son aquellos que tienen limitaciones para sacar el máximo provecho a los medios digitales.

Tener dominio de ambos lenguajes forma parte de lo que a día de hoy se consideran competencias básicas en el currículo escolar, esto es, los conocimientos elementales que todo ciudadano tiene que saber y aplicar para conseguir desarrollarse satisfactoriamente como ciudadano.

Ahora bien, en nuestra vida adulta nos enfrentamos a situaciones comprometidas para las que dudo que nos hayan preparado lo suficiente desde la escuela. Por ejemplo: contratar un seguro, elegir una hipoteca, buscar una buena inversión para nuestros ahorros, reclamar un recibo mal facturado, aplicar medidas de ahorro energético en el hogar, etc.

Dada la evolución de los sistemas financieros y la rápida influencia de decisiones macroeconómicas sobre los gobiernos y las personas de a pie se empieza a valorar la necesidad de incluir una educación financiera en las aulas.

Algunas organizaciones ya han empezado a introducir claves para un currículo de base financiera con el firme propósito de hacer entender a los alumnos cómo se distribuye el dinero (sueldos retribuidos, inversiones o donaciones) y dotarles de herramientas y conocimientos para adoptar decisiones económicas apropiadas. La OCDE, por ejemplo, está impulsando la Red Internacional de Educación Financiera (INFE) para este propósito. En nuestro país, la Comisión Nacional del Mercado de Valores y el Banco de España presentaron en junio de 2013 el nuevo Plan de Educación Financiera para los próximos cuatro años.

No obstante este tipo de educación todavía no ha llegado a calar en el sistema educativo español ya que sus conocimientos no figuran dentro de los mínimos educativos. En cualquier caso, viendo los riesgos que hemos asumido con esta crisis económica, parece que urge la necesidad de saber un poco más del 'poderoso caballero Don Dinero'.

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