OPINIóN
Actualizado 17/12/2013
Félix Torres

Cuando el siglo daba sus primeros pasos, allá por el año 2000, mientras casi todos temíamos el bloqueo irreversible de nuestro mundo informático y, los menos, andaban pendientes de la extinción total de todo lo conocido según las más variopintas profecías, algunos conciudadanos sensibles y solidarios con los menos favorecidos se implicaban, a través de la Fundación Alcándara, en la creación de Proyecto Hombre en Salamanca, para atender las necesidades de quienes habían caído en pegajosas redes que atrapan sin apenas posibilidad de huida.

En aquel año, en el que la iglesia católica celebraba gran jubileo por el bimilenario del nacimiento de Jesucristo, la Hermandad Dominicana de la Semana Santa salmantina andaba en sus propios menesteres, más complejos de lo que hubiera querido, entre los cuales el trato con los más desfavorecidos quedaba contemplado como una de sus actividades, aunque no se concretase en una vía determinada.

Ambas instituciones, una recién nacida y la otra más que cincuentona, seguían caminos diferentes, sin relación salvo algún contacto esporádico que permitió el conocimiento de una para con la otra, cada una con su vida diaria. Pero hace unos años, seguramente sin buscarlo pues estas cosas surgen más de lo casual que de lo intencionado, al tomar las riendas el que ahora es máximo responsable de esta cofradía, Manuel Toral, estos caminos dejaron de ir paralelos para primero cruzarse y después unirse. Será entonces cuando nazca el feeling entre unos y otros, entre cofrades sinceros y hombres y mujeres que pelean por salir de inframundos imaginarios tan reales como su propia vida, para asentarse casi como norma. Desde entonces, y gracias también a Manuel Muiños, quien representa la cara visible de Proyecto Hombre en Salamanca, la implicación personal e institucional, tanto de conciencia como mucho más directa, va para convertirse en hábito, llegando a alcanzar un estado casi fraternal. Los hermanos cofrades han dedicado muchas de sus acciones a intentar hacer más viable el proyecto de quienes quieren salir del círculo centrípeto de las adicciones: Recogiendo y entregando alimentos, recaudando dineros o, quizá lo más agradecido, compartiendo momentos del día a día con los hombres y mujeres de Proyecto Hombre. También los integrantes del Proyecto han participado en actividades propias de la hermandad, saliendo a la calle junto a los cofrades o asistiendo a actos de culto o culturales, haciendo de esos momentos normalidad agradecida por todos. Por unos y otros.

Así, un año más, en coincidencia con la celebración de la fiesta de Nuestra Señora de la Esperanza (¡qué mejor día!), mientras lo más oficial de la diócesis gastaba su tiempo en pasear la imagen de la patrona local por las heladas calles salmantinas de forma casi improvisada, este pasado domingo, Toral y su gente dedicaban su tiempo a servir un caliente chocolate solidario, animado por la música altruista e ilusionada de quienes, respondiendo cada vez que se les necesita, nuestras bandas de Semana Santa, las agrupaciones de Cristo Yacentey de Nuestra Señora de la Estrella, se prestaron animosamente para dar aún más calor, en forma de melodía, a cuantos allí estuvimos.

Un chocolate espesado con el cariño de cientos de anónimos salmantinos deseosos de contribuir con su granito de humanidad. Unos churros amasados con la solidaridad de quienes han querido sentirse, sea por un rato, partícipes de unas vidas que no son las suyas. Un chocolate con churros implicado, solidario y fraternal con el que saberse parte de la reinserción de quienes son conscientes de quererse reinsertar.

No sé si lo recaudado con esta acción es poco o mucho ni si acaso testimonial, pero lo que sí sé, es que todos aquellos que acudieron a la llamada de la Hermandad Dominicana lo hicieron sinceramente, sin más ánimo que el de colaborar. No sé si el dinero será suficiente para cubrir necesidades, pero de lo que estoy seguro es de que la gente de Proyecto Hombre, sus hombres y mujeres, disfrutaron esta tarde y agradecieron, como siempre, este gesto de sincera cercanía hacia los que siempre se ven como marginados. Hacia los que siempre vemos como marginados.

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