OPINIóN
Actualizado 16/12/2013
Fernando Robustillo

Esther  Vilar, escritora nacida en Argentina y crecida en Alemania, de 78 años en la actualidad, aún conserva muchos de aquellos aires de aparente  modernidad, encanto y magnetismo que le hacían imposible pasar inadvertida en su juventud. Es autora de varias novelas y ha llevado una vida literaria  muy activa acompañada casi siempre de controversias.

En los años setenta tuvo enorme éxito en España con un libro titulado "El varón domado", libro nacido para provocar  y con el que consiguió alterar a las más avanzadas feministas en los primeros años de la Transición. Pero  no es el  libro citado al que queremos referirnos, sino a otra obra suya que en España se editó con el título de "El discurso inaugural de la Papisa americana".

La razón de traerlo a la actualidad, con una perspectiva de 32 años, la marca el año en el que se sitúa la historia. Con la visión de 1982, fecha de la publicación del libro, la autora imaginaba 2014 como el año en el que se sentaría  una mujer en el trono papal. Quizá en su bola de cristal debió de ver algo heterogéneo, que no se había dado nunca, como sería el caso de  un compatriota suyo en tan alto pedestal y un hecho así, tan magnánimo, llegó a confundirla con el advenimiento de una mujer, y como  queda muy poco para 2014, nadie se cree que sea Esther Vilar quien vaya a dar en la diana, porque una mujer papable ni está entre los cardenales ni se la espera, aparte de no ser lógico que tuviéramos dos papas en el banquillo.

No obstante, es curioso el relato sucinto que realiza Esther Vilar de la sucesión de los papas Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, todos en competencia a ver quién era el más sencillo y daba ingente amor a los pobres. Sobre ello dice la narración en boca de la supuesta papisa: "? Cada nuevo papa superaba a su predecesor mediante la exhibición de un mayor grado de modestia? hasta que un día ya no hubo nada con lo que un nuevo papa pudiera demostrar su sencillez?Y por ello he sido la elegida, sin solio suntuoso, con el traje negro que a diario llevamos las sacerdotisas? Si, hermanos, aquí  me siento yo, una mujer, y mi nombre será Joanna Secunda".

Esta es una breve semblanza de la fabulación de Esther Vilar, a quien no pocos llamaron blasfema y reaccionaria. Pero entroncando con la realidad, ¿por qué Juana Segunda? ¿Por qué no Juana Primera?

Serán muchos los que sepan que existe una leyenda, a la que nos vamos a referir, que durante muchos siglos fue tenida por real y verdadera, de que hubo una papisa. Se sitúa en el siglo IX, alrededor del año 855, y dice que al papa León IV le sucedió una mujer de gran preparación intelectual investida papa con el nombre de Juan ?sería Juana Primera?, unos dicen que ocupaba el pontificado enmascarada de Benedicto III y otros que se trataba del papa Juan VIII. Lo que sí se sabe es que aquella historia terminó con un embarazo de la papisa, engendrado por su valedor y, ya es mala suerte, la papisa tuvo el parto durante una procesión, con lo que el pueblo se sintió burlado y allí mismo fue lapidada.

La leyenda, que permaneció muchos años como verídica, fue revocada por la Iglesia en el siglo XVI, pero la historia o la fábula supuestamente coincide con el inicio de la ceremonia del palpado testicular impuesto por la Iglesia para mostrar al mundo que el nuevo papa es un hombre. Así, se sienta el papable en una silla recortada, agujero por el que deja caer sus testículos y uno o más cardenales tocan debajo del asiento y lo confirman con estas palabras: "habet duos testiculos et bene pendentes" (tiene dos testículos y cuelgan bien).

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