OPINIóN
Actualizado 11/12/2013
Toño Blázquez

Julio Cortázar inventó un nuevo concepto de hacer literatura, de narrar. Fue aquello del realismo mágico de los autores hispanoamericanos ¿se acuerdan?, "Cien años de soledad", de García Márquez? Y Cortázar parió La Rayuela, una novela altamente imnotizadora que ha pasado a la posteridad como la rareza de un perro verde o un lienzo de Miró, o la mujer en la ventana de Dalí o el mundo absurdo de Joan Brossa.

Hace 50 años de esta novelota que se lee la pilles por donde la pilles. Lo hemos recordado hace escasas semanas en El Ateneo con un lindo juego ideado por Annie Altamirano en el que leímos sorprendentes definiciones del autor de "Cronopios y Famas". Con sonLetras volvimos sobre esta celebración cortaciana en Birdland y hoy mismo, jueves, junto a otros poemas personales de los autores del grupo, lo hacemos  justamente en el café La Rayuela (Rúa Mayor, 19, a las 22h, con entrada libre). Los conquistados en su momento por este tipo argentino de altura (media cerca de dos metros) deberían darse un garbeo por este calentito local ahora que pega el frío con angustiosa terquedad.

En un tiempo como éste en el que se inventan formas de lenguaje para decir lo contrario de lo que se piensa, según convenga, en el que el castellano se invierte, se minusvalora, se minimiza, se retuerce, se enreda hasta hacerlo incomprensible, se le suicida en ocasiones, se descuida y desprecia siempre? o sencillamente se omite en favor de una esquizofrenia tecleante que produce en su mayor anhelo trastornos evidentes en las neuronas?en un tiempo así, digo, volver al talento literario de Julio Cortázar es una forma de frotar la lámpara y alucinar un poco.

 

 

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