Como profesora y como madre he tenido siempre curiosidad e interés por las distintas reformas de los planes de estudios que se han ido produciendo en los últimos 35 años.
Mi sistema educativo fue el del plan de 1953, que dulcificaba el sistema anterior pues sustituyó el terrible examen de Estado por dos reválidas (en 4º y 6º de bachillerato), que eran unos exámenes realizados en el instituto (fuera del colegio), que de no ser superados abocaban a la interrupción de los estudios; si superabas ambas reválidas acababas el bachillerato pero, para tener acceso a los estudios universitarios, había que cursar el temido PREU (recuerdo la película "Los chicos del Preu") que consistía en, una vez superado el curso en el centro escolar, la realización de varias pruebas en la Universidad bastante duras y que muchos alumnos, ora no superaron, ora tardaron algún tiempo en hacerlo. La entrada en la Universidad tenía mérito y suponía, para la gente de mi generación, un sueño que costaba alcanzar.
Llegado 1970 (LEGB) sufrimos el primer cambio importante que empezó a devaluar, no ya la preparación de los estudiantes, sino la entrada en la universidad. Adiós al PREU que fue sustituido por el COU. Y la prueba de acceso se empezó a realizar de un modo mucho más simple (se podía elegir entre varios temas, se hacía media con las notas obtenidas en el BUP?) de tal manera que la entrada en la universidad perdió bastante de la dureza del sistema anterior y empezó a llenar las aulas universitarias hasta llegar a tener en la Facultad de Derecho cursos de mil alumnos.
Esta ley se aplicó 20 años. Aún no había llegado el desastre total. Era 1990 cuando al promulgarse la LOGSE comienza el hundimiento educativo. Lo sufrí como madre y sé de lo que hablo. La ley está redactada con una terminología "muy pedagógica", "muy aparente", pero una se pregunta ¿qué mente o mentes han podido crear una ley así? Estaba condenada al fracaso. Descansa, la reforma, sobre la figura del profesor que debe impartir unos conocimientos mínimos y atender, de forma particularizada, a los alumnos en función de qué demande cada uno. La conclusión es que ha terminado siendo una ley de mínimos y causando daño a los estudiantes más talentosos, víctimas de la desatención. La entrada en la universidad no significa nada para los jóvenes de hoy en día pues no supone ningún esfuerzo. No nos engañemos. La universidad se ha convertido en una fábrica de parados.
En 2006 se aprueba la LOE y seguimos igual o peor, y como último eslabón de esta cadena de despropósitos políticos que atenaza el futuro educativo de los españoles, la ley Wert, también conocida como LOMCE.
Los nuevos sistemas pedagógicos han llegado a la universidad con el Plan de Bolonia, del que disiento absolutamente y que terminará por convertir la universidad en una escuela de primaria. Ya no se trata a los alumnos como universitarios ni ellos se comportan como tales y lo que es más grave, tampoco lo hacen en muchos casos como adultos. Universidades como la alemana han decidido no adaptar sus estudios jurídicos a Bolonia pues quieren seguir formando juristas, cosa que con el nuevo sistema, ya nos han alertado los más insignes letrados de nuestro país, no es posible.
Señores de la política: la enseñanza no es un balón de futbol para darle patadas y pasarse de unos a otros la badana de piel. Es uno de los pilares sobre los que se apoya un Estado social y sólo cabe una ley de enseñanza pactada por todas las fuerzas parlamentarias y que dure? por lo menos 20 años. Y no es una cuestión baladí.