Conocí la obra de Elena Poniatowska en el curso de doctorado que la profesora uruguaya Nora Erro-Peralta dedicaba a la literatura hispanoamericana escrita por mujeres. En el otoño del año 2000 las aulas de FAU me mostraron su poderoso universo literario, desvelándome a una de las creadoras más grandes de la literatura en español. La doctora Erro-Peralta, directora de Latin American Studies y máxima responsable del Salamanca Study Abroad Program en Florida Atlantic University, en Boca Raton, tuvo la gentileza de invitarme a sus clases durante mi estancia como visiting instructor. Y esa invitación se convirtió en una experiencia maravillosa y tremendamente enriquecedora. Para una licenciada en Historia del Arte supuso el descubrimiento del Arte de la palabra, del Arte que transforma imágenes soñadas en bellos vocablos. Cada una de las lecciones de Nora destapaba la magia de grandes narradoras como Ángeles Mastretta, Isabel Allende, Gioconda Belli, Rosario Ferré, Olga Nolla, Elena Garro, Rosario Castellanos, Luisa Valenzuela, Silvina Bullrich y, por supuesto, Elena Poniatowska. De todos estos mundos literarios despabilados ante mis ojos me enamoré del universo de Elena, como la llamaba cariñosamente Nora, pues no en vano eran grandes amigas que se profesaban admiración mutua. Y así, descubrí la voz portentosa de una escritora comprometida con la historia contemporánea, ejemplo de la resistencia creativa de su amado México, describiendo sus duelos y quebrantos como nadie. Descubrí a la mujer que narra, que cuenta lo que otros callan, que seduce convirtiendo sus novelas en auténticas historias reales, que modela la historia en fábulas y ficciones
Llama la atención que en todos los elogios, panegíricos y alabanzas que sobre la obra literaria y periodística de Poniatowska se han escrito estos días con motivo de la concesión del Premio Cervantes no se cite una de sus últimas obras: Leonora, Premio Biblioteca Breve, 2011 publicado por Seix Barral. Se citan títulos honorarios y galardones recibidos, se habla de sus crónicas y testimonios, de la historia del Movimiento Estudiantil de 1968, de sus obras emblemáticas pero no se alude a la fascinante historia de la pintora Leonora Carrington. Solo una escritora excepcional como Elena podía retratar la historia de la más importante pintora surrealista. Sus palabras se entretejen como los sueños de los que se alimentan las creaciones de Leonora. Sueños y aventuras apasionantes que se salen de lo ordinario, que buscan la luz en un grito desgarrador de libertad. El grito de una mujer indomable, de espíritu rebelde, que desde niña supo que sería diferente por su capacidad de ver lo que otros no veían, por su conexión con los animales. Leonora es el retrato de una mujer mágica, idéntica al cuadro Leonora en la luz de la mañana pintado por Max Ernst cuando ambos vivieron en Sant Martin d'Ardeche, Francia.
Elena Poniatowska no deja nada al azar en esta estampa de la pintora surrealista. Sus orígenes y la borrascosa relación con su familia, sus estudios en la galería de los Uffizi en Italia, su aprendizaje en el estudio del pintor cubista Ozenfant, su paso por Londres donde conoce al gran pintor alemán Max Ernst con el que vivió una turbulenta historia de amor. Su vida en Paris donde se codea con el hilarante mundo surrealista de Dalí, Duchamp, Miró, André Breton, Arp o Tanguy. La locura que sufre cuando Max es enviado a un campo de concentración. Su paso por Nueva York y todo el itinerario vivido hasta llegar a México que la acoge y la convierte en una auténtica atracción e inspiración para los artistas latinoamericanos.
Leonora es, en definitiva, una reflexión sobre el proceso creativo, una elegante aproximación a las vanguardias históricas de la primera mitad del siglo XX y a los artistas que cambiaron la forma de ver y reproducir el mundo. Una de esas novelas que uno, simplemente, no puede perderse.